(Domingo
XXVI - TO - Ciclo B – 2021)
“Si tu mano te hace caer, córtatela” (cfr. Mc 9, 38-43. 45. 47-48). Jesús utiliza
una imagen que, de buenas a primera, suena bastante fuerte: nos dice que si el
ojo, la mano o el pie, son ocasión de caída en el pecado, debemos “extirparlos”,
por así decirlo. Ahora bien, es obvio que Jesús no está hablando literalmente,
si no, metafóricamente, porque de ninguna manera nos está diciendo que debemos
hacer eso literalmente. Sin embargo, si utiliza una imagen tan fuerte, es para
que tomemos conciencia acerca de la gravedad del pecado. Es decir, Jesús
utiliza una imagen corpórea, sensible, material –el ojo, la mano, el pie-, para
referirse a una realidad espiritual, la integridad del alma. El alma no puede
trocearse, no puede cortarse en pedazos, como sí puede suceder con el cuerpo,
como con una cirugía, por ejemplo, pero el alma sí puede perder su vitalidad,
aquello que le da vida divina al hacerla partícipe de la vida de Dios y es la
gracia santificante. Si el alma pierde la gracia, queda en estado de pecado y
si es mortal, queda en estado de condenación, lo cual es una situación muy
grave y delicada, porque si la persona muere en ese estado, se condena. Esto
explica que Jesús utilice una imagen tan fuerte, como la de extirpar un ojo,
una mano o un pie, si estos son ocasión de pecado: como Él mismo dice, es mejor
salvar el alma con el cuerpo tullido, antes que condenarse con el cuerpo
entero. El consejo de Jesús tiene una relación directa con el propósito que el
alma hace cuando se confiesa: en la fórmula de arrepentimiento, que el
penitente tiene que recitar antes de recibir la absolución sacramental en el
Sacramento de la Penitencia, se dice “antes querría haber muerto que haberos
ofendido”, con lo cual se expresa que se prefiere la muerte terrena, corporal,
antes que la muerte espiritual, por causa del pecado. Es decir, la Iglesia, que
es la que redacta la fórmula del arrepentimiento, traslada las palabras de
Jesús de este Evangelio, al Sacramento de la Penitencia y esto para que tomemos
conciencia de la gravedad del pecado, sobre todo del pecado mortal: todavía más
que perder un ojo, una mano o un pie, es preferible perder la vida terrena –“antes
querría haber muerto que haberos ofendido”- que cometer un pecado mortal o
venial deliberado. La Iglesia, con la sabiduría divina que le proporciona el
Espíritu Santo, comprende el sentido eminentemente espiritual de las palabras
de Jesús y las aplica para el Sacramento de la Penitencia.
“Si
tu mano te hace caer, córtatela”. El consejo de Jesús, en sentido espiritual,
se traslada a lo siguiente: si hay algo, o alguien, que es ocasión de pecado,
entonces debo retirarme de ese algo o alguien, para así conservar la gracia y
evitar el pecado y es esto también lo que dice el penitente: “Propongo
firmemente evitar las ocasiones de pecado”. Meditando en las palabras de Jesús,
valoremos la vida de la gracia y pidamos la gracia, como lo hacían los santos,
de “morir antes que pecar”, para conservar siempre la gracia, que nos concede
la participación en la vida eterna de la Santísima Trinidad.
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