jueves, 23 de septiembre de 2021

“¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo y acabe con ellos?”


 

“¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo y acabe con ellos?” (Lc 9, 51-56). La frase de los discípulos de Jesús, motivada por el rechazo a ser recibidos en una aldea de samaritanos, con los cuales estaban enemistados, revela dos cosas: por un lado, que verdaderamente tenían un poder milagroso, participado por Jesús, porque el “hacer bajar fuego del cielo” no es algo que pueda hacerlo un ser humano con sus solas fuerzas; por otro lado, revela que los discípulos de Jesús no habían asimilado todavía sus enseñanzas relativas al prójimo considerado como enemigo: “Amad a vuestros enemigos”, porque quieren hacer llover fuego del cielo para destruir a sus enemigos.

Jesús no les permite, de ninguna manera, que lleven a cabo sus deseos y les dice algo que es revelador: “No sabéis de qué espíritu sois”. Y esto es así porque Jesús sí habla de que Él en persona ha venido a “traer fuego” y que quiere “ya verlo ardiendo” y también será Él quien hará llover fuego del cielo y esto será para Pentecostés, cuando el Espíritu Santo, el Fuego del Amor Divino, sea enviado por Él y por el Padre luego de su Ascensión.  Es decir, al igual que los discípulos, Jesús quiere hacer bajar fuego del cielo, pero es un fuego muy distinto al fuego material y terreno que conocemos, que es destructor de vidas y de bienes y lo quiere hacer bajar para un fin totalmente opuesto al de la destrucción: Jesús trae un fuego que no es un fuego material, sino espiritual y es el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo y lo quiere hacer bajar del cielo, esto es, de su seno y del seno del Padre, para incendiar a las almas en el Amor de Dios; Jesús quiere incendiar las almas no para destruirlas, sino para encenderlas en el Amor del Espíritu Santo, el Fuego del Amor de Dios.

“¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo y acabe con ellos?”. Muchas veces, nos puede suceder lo mismo que a los discípulos de Jesús, en relación a nuestros enemigos personales: desearíamos hacer bajar fuego del cielo para aniquilarlos, pero al igual que a los discípulos, Jesús nos dice: “No sabéis de qué espíritu sois”. Por lo tanto, debemos pedir, no solo para nuestros seres queridos, sino sobre todo para nuestros enemigos personales, que baje “fuego del cielo”, pero no para destruirlos, porque pedimos el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo, para que encienda sus corazones en este Fuego celestial y sobrenatural, el Amor de Dios.

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