“Un
ciego no puede guiar a otro ciego” (Lc
6, 39-49). Tomando un ejemplo de la vida real, Jesús da una enseñanza para la
vida espiritual. Efectivamente, de la misma manera a como un ciego, un no
vidente, no puede guiar a otro que se encuentra en la misma condición, porque
los dos tropezarán de la misma manera o caerán en el mismo pozo, así también,
en la vida espiritual, es que es ciego, espiritualmente hablando, no puede
guiar a otro que también es ciego desde el punto de vista espiritual.
Esto
nos lleva a preguntarnos: ¿qué es un ciego espiritual? Para comprender qué es
un ciego espiritual, debemos recordar qué es lo que caracteriza a la ceguera y
es la oscuridad, las tinieblas, la incapacidad de ver la luz; por otra parte,
tenemos que recordar que es la luz la que nos permite ver la realidad de las
cosas y del mundo que nos rodea, porque es una verdad de Perogrullo que si no
hay luz, entonces no podemos ver nada. Dicho esto, podemos decir que,
espiritualmente hablando, la Luz celestial, que nos permite ver la vida y el
mundo espiritual, es Jesucristo, uno de cuyos nombres es “Luz del mundo”, tal
como Él mismo lo dice: “Yo Soy la Luz del mundo”. Esto quiere decir que si
alguien no está iluminado por Cristo, Luz Eterna e Increada, vive en las
tinieblas y aunque pueda ver con los ojos del cuerpo, es un ciego espiritual,
es un no-vidente, espiritualmente hablando. Es aquí entonces cuando
comprendemos las palabras de Jesús: “Un ciego no puede guiar a otro ciego”,
quiere decir que alguien que no conoce a Cristo, que no tiene la gracia
santificante y que por lo tanto vive en tinieblas, no puede guiar, siempre
espiritualmente hablando, a nadie, porque él mismo vive en la oscuridad, en las
tinieblas del alma. De esto surge otra verdad: si Cristo es la Luz Eterna e
Increada, las tinieblas espirituales están constituidas por todo aquello que es
oscuridad: errores en la verdadera fe católica, pecados de todo tipo e incluso
las tinieblas vivientes, que son los demonios, los ángeles caídos. En otras
palabras, quien no está iluminado por Cristo, quien es un ciego espiritual,
está envuelto en las tinieblas del error, del pecado y está rodeado por las
tinieblas vivientes, los demonios.
“Un
ciego no puede guiar a otro ciego”. Que sea Cristo, Luz Eterna e Increada,
quien ilumine y disipe las tinieblas de nuestras almas, con su gracia
santificante; sólo así podremos ser “luz del mundo” para un mundo envuelto en
las tinieblas del error, de la ignorancia, del pecado y dominado por las tinieblas
vivientes, los demonios, los ángeles caídos.
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