martes, 18 de julio de 2023

“El Hijo del hombre es dueño del sábado”

 


“El Hijo del hombre es dueño del sábado” (Mt 12, 1-8). En el episodio del Evangelio, Jesús y sus discípulos daban el corto paseo sabático -estaba permitido caminar solo un kilómetro- por los campos. Como los escribas y fariseos habían inventado decenas de normas humanas y absurdas, dentro de estas normas prohibitivas se encontraba el segar y el trillar: estas eran dos de las treinta y nueve obras prohibidas en el día sábado[1]. La casuística rabínica posterior consideraba la acción de arrancar las espigas como segar y el frotarlas entre las manos como el equivalente a trillar. Los celosos fariseos eran de la misma opinión, por eso mismo, los fariseos, al ver que los discípulos de Jesús, para calmar el hambre, empiezan a arrancar las espigas, las frotan entre las manos y las comen, le reprochan a Jesús esta “falta” legal de sus discípulos: “Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida el sábado”. Jesús soluciona la cuestión basándose en el principio de que la necesidad excusa de tal ley positiva (es decir, ley inventada por los hombres) y para eso cita el ejemplo de David (1 Sam 21, 1-6), en donde, huyendo de la ira de Saúl, David llegó adonde estaba el tabernáculo; en ese  momento, el sumo sacerdote Ajimelec le permitió comer de los doce panes llamados ordinariamente “de la faz”, porque eran colocados en presencia de Dios en el santuario, o también “de la proposición”, que significa “colocado delante”, delante de Dios, se entiende. Esta ofrenda era renovada cada semana y una vez retirados los panes eran comidos por los sacerdotes a causa de su carácter sagrado. Sin embargo, la necesidad de David prevaleció sobre esta ley positiva y la excepción fue sancionada por el sumo sacerdote.

Además, Jesús agrega que el sacrificio del templo ofrecido en sábado, es una transgresión literal del descanso sabático y esto porque el servicio del templo es único y claramente trasciende todos los otros deberes. Pero Jesús dice algo que revela su condición divina, su condición de ser no simplemente un hombre santo, a quien Dios acompaña con sus signos, sino el ser el mismo Dios Hijo en Persona: Jesús dice: “Aquí -en Él, en su Persona divina- hay algo más grande que el templo”, una afirmación que no puede justificarse si no es Él Dios en Persona, tal como lo es.

Por su parte, los fariseos, en teoría los maestros de la ley, no han penetrado ni siquiera el espíritu de la antigua ley y esto se demuestra porque sus escrúpulos legales les impiden hacer un juicio prudente y caritativo respecto de los discípulos de Jesús. A su vez Jesús reafirma una vez más su condición divina, al revelar que Él, el Hijo del hombre, es “Señor del sábado” y revela su condición divina porque el sábado había sido instituido como sagrado por Dios y entonces Él, como es Dios, puede dispensar del sábado cuando Él quiera, porque Él mismo lo instituyó. Entonces, la reivindicación de Jesús de ser “Señor del sábado”, no puede explicarse si no es por la condición divina de Jesús, por el hecho de ser Él Dios Hijo en Persona.

“El Hijo del hombre es dueño del sábado”. Si David comió de los panes de la proposición, los panes consagrados a Dios, recibiendo así del sacerdote Ajimelec la verdadera caridad, al saciar con estos panes sagrados su hambre, lo que el Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo nos concede en cada Santa Misa lo supera infinitamente, porque nos da, como alimento de nuestras almas, no un pan bendecido, sino su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, en cada Eucaristía. No asistir a Misa el día de precepto, el Domingo, es hacer vano el don del Amor Misericordioso de Dios, la Sagrada Eucaristía.



[1] Cfr. B. Orchard et al., Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Editorial Herder, Barcelona 1956, 391.

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