martes, 18 de julio de 2023

“Venid a Mí los cansados y agobiados y Yo los aliviaré”

 


“Venid a Mí los cansados y agobiados y Yo los aliviaré” (Mt 11, 28-30). El tiempo en el que vivimos, en el inicio del siglo XXI, se caracterizan por una serie de ventajas, podemos decir así, que no las tuvieron ninguna de las generaciones que nos precedieron: es el siglo en el que la ciencia, la tecnología, y en general todo tipo de saber humano, ha alcanzado niveles insospechados, permitiendo que el hombre domine el macrocosmos, como la naturaleza y el espacio exterior, así como el microcosmos, el mundo de la biología molecular, de la nanotecnología y de los avances robóticos impensables hasta hace muy poco. Y sin embargo, no hay época en la humanidad en la que se registren mayores tasas de depresión, de tendencias suicidas, de falta del sentido de la vida, lo cual vuelve realidad la leyenda de Prometeo: el hombre, creyéndose dios, se ve a sí mismo como lo que es, un simple mortal, a pesar de los avances más impresionantes jamás conseguidos por la ciencia. Esta constatación es la que provoca en el hombre tristeza, angustia, depresión, agobio, porque constata la futilidad de su ser.

Frente a este panorama, Jesús nos ofrece una sencillísima solución a nuestros problemas existenciales, sean del orden que sean: que acudamos a Él y Él nos aliviará: “Venid a Mí los cansados y agobiados y Yo los aliviaré”. ¿Qué quiere decir Jesús con esto? ¿Qué nos quitará todos los problemas que tenemos? ¿Que convertirá nuestra vida terrena en un paraíso terreno? En absoluto. Nuestros problemas existenciales seguirán estando, pero con una diferencia: quien acuda a Él, a Jesús, será ayudado por Jesús, porque Jesús, por un lado, nos iluminará con la luz del Espíritu Santo, para darnos la exacta medida y el verdadero sentido de nuestro paso y de nuestra existencia por la tierra, que es el alcanzar la vida eterna, con lo cual ya de por sí, todo lo terreno alcanza su verdadera dimensión: es solo un peldaño, un escalón, hacia nuestro destino final, la Jerusalén celestial. Pero además, será Jesús mismo quien quitará el peso de nuestro agobio, porque será Él quien cargará sobre sus espaldas nuestra propia cruz, haciéndola suave y liviana. Paradójicamente, para que Jesús cargue nuestra cruz, nosotros debemos aceptarla y cargarla todos los días y así será Jesús quien la llevará por nosotros.

“Venid a Mí los cansados y agobiados y Yo los aliviaré”. No debemos buscar demasiado para encontrar a Jesús, para que Él alivie la carga que nos oprime y el agobia que nos aplasta: simplemente debemos acudir al sagrario y postrarnos ante su Presencia Eucarística, adorarlo y amarlo con todo el amor del que seamos capaces y dejar que sea Él quien, junto con la Virgen, conduzcan nuestras vidas hacia nuestro destino final: la Ciudad de la Santísima Trinidad y el Puerto de Santa María de los Buenos Aires.

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