martes, 25 de julio de 2023

“El que escucha la Palabra y la entiende, ése dará fruto”


 

“El que escucha la Palabra y la entiende, ése dará fruto” (Mt 13, 18-23). En este párrafo del Evangelio, Jesús continúa con la explicación de la parábola del trigo y la cizaña: lo sembrado al borde del camino, es el que escuchó la Palabra pero no la entendió y el Maligno, el Demonio, el Ángel caído, le arrebata lo que ha sido sembrado en su corazón. Lo sembrado en terreno pedregoso, es el que escucha y acepta la Palabra de Dios con alegría, pero al no tener raíz, es inconstante y en cuanto sobreviene una dificultad o una persecución por causa de la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas o espinas, representan a los que escuchan la Palabra de Dios, pero las circunstancias de la vida y la atracción que ejercen los bienes materiales, hacen que el alma olvide fácilmente lo que escuchó de la Palabra de Dios. Por último, siempre según Jesús, el que escucha la Palabra de Dios y la entiende, da fruto al cien, al sesenta y al treinta por uno.

En esta parábola hay que considerar algo que es esencial para su comprensión y es el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad. ¿Por qué razón? Porque la Sagrada Escritura, aunque fue escrita por hombres, en el sentido de que fueron hombres con sus manos humanas las que las escribieron, no provienen del hombre, sino de Dios, de las Tres Personas de la Trinidad. La Sagrada Escritura no es un escrito humano: proviene de la Inteligencia Increada, que es Dios, por lo cual, intentar leerla sin la luz del Espíritu Santo, lleva a que el alma se pierda en los estrechos límites de la capacidad de la razón humana, negando todo lo sobrenatural, como la revelación de la Trinidad por parte de Jesús; como su auto-revelación como Dios Hijo encarnado; como su Concepción virginal, por obra del Espíritu Santo, en el seno virgen de María, y así con todos los misterios sobrenaturales, convirtiendo a la Biblia, Palabra de Dios, en palabra meramente humana.

Quienes piden humildemente la luz del Espíritu Santo, antes de emprender la lectura de la Sagrada Escritura, es ése el que producirá fruto, en distintos porcentajes, según Jesús. Otro elemento a tener en cuenta es la Palabra de Dios encarnada, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. Pidamos siempre la gracia de leer la Palabra de Dios con la luz del Espíritu Santo y de recibir, con el corazón en gracia, a la Palabra de Dios que prolonga su Encarnación en la Sagrada Eucaristía. Solo así daremos frutos para el Reino de Dios.

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