lunes, 10 de julio de 2023

“Proclamad que el Reino de los cielos está cerca”

 


“Proclamad que el Reino de los cielos está cerca” (Mt 10, 7-15). En el mandato de Jesús a su Iglesia, se deben tener en cuenta diversos elementos, para no caer en una errónea interpretación de sus palabras.

Primero, es un reino celestial, no intramundano, como el proclamado por los sacerdotes tercermundistas, que, tergiversando el Evangelio con la infausta Teología de la Liberación, convirtieron el Evangelio y su anuncio del Reino de los cielos en una mera propaganda política para sus fines terrenos y anticristianos.

Otro elemento a tener en cuenta es que el Reino de los cielos está cerca y está “dentro de nosotros”, como dice Jesús en el Evangelio, pero está “dentro de nosotros”, como en germen, cuando recibimos la gracia santificante que nos comunican los sacramentos, sobre todo el Sacramento d de la Penitencia y el Sacramento del Altar, la Sagrada Eucaristía: por el Sacramento de la Penitencia, recibimos el Reino en germen, porque comenzamos a vivir, ya desde el tiempo, la vida de la eternidad, la vida eterna que brota del Acto de Ser del Ser divino trinitario. Pero además de esto, por el Sacramento de la Eucaristía recibimos, mucho más que el Reino de los cielos, al Rey del Reino de los cielos, Cristo Jesús, resucitado, glorioso, vivo, resplandeciente con la gloria divina, en la Sagrada Eucaristía y esto es algo que debemos anunciar: no solo el Reino de los cielos está cerca, tan cerca como estamos de recibir los Sacramentos y vivir en gracia, sino que además el Rey del Reino de los cielos está cerca, tan cerca de nuestros corazones como el recibirlo por la Sagrada Comunión con el alma en gracia, libre de pecados, sobre todo de pecados mortales.

Es este el Reino de los cielos que, como católicos, debemos proclamar, el Reino que se nos da en germen por la gracia santificante de los Sacramentos, con el anuncio adicional que estando en esta vida terrena, por la Sagrada Eucaristía, recibimos algo que es infinitamente más valioso que el Reino de los cielos y es al Rey de los cielos, Jesús Eucaristía.

Ahora bien, no podemos hacer este anuncio si, siendo cristianos, vivimos, pensamos, deseamos y obramos como mundanos, como paganos, como anti-cristianos: no podemos anunciar al Reino de los cielos, si deseamos los reinos de la tierra y las riquezas terrenas de los reinos de la tierra; si deseamos puestos de honor mundanos y no terrenos; si obramos no por amor a Dios y al prójimo, sino por propios intereses; si vivimos esta vida quejándonos de la cruz, rechazándola o, peor aún, como si Cristo no hubiese dado su vida en la cruz para quitarme mis pecados al precio de su Sangre; no podemos anunciar el Reino de los cielos si vivimos en contrariedad con los Mandamientos de la Ley de Dios, si vivimos tomando como palabra divina lo que dice la Inteligencia Artificial y no Cristo, la Verdadera y Única Palabra de Dios. No podemos anunciar el Reino de los cielos si hacemos obras para que los hombres nos aplaudan, con lo cual ya tenemos nuestra mísera paga, cuando en realidad el anuncio del Reino de los cielos lo debemos hacer obrando la misericordia, corporal y espiritual, sin que los hombres nos halaguen ni aplaudan, sino que solo sea Dios Padre quien sea testigo de las obras de misericordia que seamos capaces de hacer. Solo así anunciaremos al Reino de los cielos y al Rey del Reino de los cielos, Jesús Eucaristía.

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