jueves, 1 de febrero de 2024

“Convertíos y creed en el Evangelio”

 


(Domingo III - TO - Ciclo B – 2024)

          “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 14-20). ¿Qué significan estas dos acciones, “convertirse” y “creer en el Evangelio”?

          “Convertirse”, quiere decir llamar a las cosas por su nombre, o también, llamar a las cosas tal como son en su ser, en su esencia y no según como el hombre en pecado las ve. Es decir, las cosas, en su ser, tienen un nombre que las define y las define en el bien o en el mal, sin posibilidad de que exista un intermedio o una posición neutral o indiferente. El hombre que no conoce ni teme a Dios, o peor todavía, el hombre tibio, el hombre que alguna vez conoció a Dios pero decidió darle la espalda en su existencia, para su vida diaria, nombra a las cosas no según el ser de las cosas, no según la esencia de las cosas, sino según cómo él, el hombre, con su corazón perverso y contaminado con el pecado, las ve. Porque sin el auxilio divino, sin el auxilio de la gracia, el hombre se sumerge en la oscuridad de su propia razón y con esa oscuridad, con esa luz oscura que es su razón sin la gracia santificante, ilumina, por así decirlo, con esta luz oscura -paradójicamente- las cosas, la existencia, y así invierte toda su cosmovisión, creándose un mundo invertido, un mundo oscuro y siniestro, un mundo sin luz, que es contrario al mundo luminoso en el que viviría de continuo si, en vez de dar las espaldas a Dios se convirtiera a Dios, es decir, si volviera hacia Dios, de rodillas ante Cristo crucificado, con un corazón contrito y humillado, lleno de piedad, de fe, de humildad y de amor, para así recibir de Él, de su Sagrado Corazón la luz de su gracia y con la luz de la gracia divina sería capaz de llamar a las cosas por su nombre, empezando por él mismo y así su cosmovisión, su mundo, sería no un mundo de tinieblas, sino un mundo iluminado con la luz y el Amor Divinos.

Convertirse entonces significa llamar a las cosas por su nombre y no según las pasiones depravadas del hombre sin Dios: así, la fornicación sería lo que es, el tener relaciones sexuales fuera del matrimonio con cualquier persona y no como el mundo progresista y liberal lo presenta, una forma “normal” de relación entre los seres humanos; la “pareja” sería lo que es, una unión sumamente débil, que jamás puede ser equiparada al matrimonio, porque carece justamente de lo que posee el matrimonio, la santidad, la sacralidad de Cristo y el sello de su Sangre que une a las almas en el Divino Amor y por eso hace de las dos almas una sola, unidas en el Amor de Cristo; el amor esponsal derivado del sacramento del matrimonio jamás sería considerado en igualdad de condiciones con el concubinato, es decir, la relación marital de dos personas sin estar casadas; la conversión permite apreciar la hermosura de la pureza de cuerpo y alma y permite al mismo tiempo aborrecer la impureza del cuerpo, pecado al que incita Asmodeo, Demonio de la lujuria, y también hace aborrecer la impureza del alma, la herejía, el error en la fe, que es la abominación de la desolación y un pecado peor que la brujería y la hechicería. Con estos ejemplos, podríamos seguir hasta el infinito, el amor verdadero al Dios verdadero se demostraría en la adoración a la Santa Cruz y a Jesús Eucaristía y no en la idolatría, en la adoración de ídolos paganos como la Pachamama, la Santa Muerte o el Gauchito Gil; no habría olvido de los progenitores y desamor hacia ellos, para llevar una vida de comodidad y desatención, sino un amor sincero, filial, que brota del corazón agradecido por ser ellos quienes nos dieron la vida, más allá de los errores que en algún momento pudieran haber cometido.

Convertirse quiere decir entonces llamar a las cosas según la ley de Dios y no según las pasiones malsanas y depravadas del corazón humano, corazón infectado por el pecado original y por lo tanto inclinado al mal y a la concupiscencia.

Por último, ¿qué quiere decir “creer en el Evangelio”? “Evangelio” significa en griego “Buena Noticia”, entonces nos preguntamos de qué “Buena Noticia” se trata: es la “Buena Noticia” de la Persona Segunda de la Santísima Trinidad, el Verbo Eterno del Padre, encarnada en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth en el seno santísimo de la Madre de Dios, María Santísima, por obra del Espíritu Santo, para redimirnos, para salvarnos del pecado, de la muerte, del demonio, de la segunda muerte, es decir, del infierno, y para concedernos la participación en su filiación divina por medio de la gracia santificante, para que al final de nuestro transcurrir por nuestro paso en la tierra, seamos llevados al Reino de los cielos. Pero para eso, es necesaria previamente la conversión; de ahí que no se casual el orden de las dos acciones: primero la conversión, preparando así el alma para la acción de la gracia santificante y luego el creer en el Evangelio, para que la gracia santificante nos conduzca, en medio del peregrinar por el desierto, las tentaciones y las tribulaciones de esta vida, por medio de la Santa Cruz, al Reino de Dios.

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