jueves, 1 de febrero de 2024

“Salieron a predicar la conversión, a expulsar demonios y curar enfermos”

 


“Salieron a predicar la conversión, a expulsar demonios y curar enfermos” (Mc 6, 7-13). Jesús reúne a los Doce Apóstoles y los envía a misionar con un triple encargo: predicar la conversión, a expulsar demonios y curar enfermos. Los encargos que da Jesús no son al azar ni por casualidad: se trata de las tres grandes heridas que posee la humanidad luego de la caída de Adán y Eva en el pecado original. Por la pérdida de la gracia, han vuelto la espalda a Dios y no siguen su Ley, sino la ley depravada de sus pasiones sin el control ni de la razón y mucho menos de la gracia, de ahí la necesidad de la conversión del corazón a Dios, con la ayuda de la gracia, para que el hombre regrese a la unión primigenia con su Creador. Les concede el poder de expulsar demonios, porque antes de Adán y Eva, quienes perdieron la gracia y fueron expulsados de la Presencia de Dios fueron el Demonio y sus ángeles apóstatas, quienes desde entonces vagan por la tierra acechando a los hombres, ocultándose detrás de ídolos paganos, detrás de ideologías materialistas y ateas como el liberalismo, el comunismo, el marxismo, el ateísmo, para poder así apresarlos bajo sus garras y precipitarlos al infierno al final de la vida terrena; de ahí también la necesidad de que los Apóstoles posean el poder de exorcizar demonios, el poder de expulsar demonios de los cuerpos de los hombres, para que el hombre no caiga en el engaño de Satanás de hacerle creer que no existe, para que el hombre se dé cuenta de que Satanás existe, que es un Ángel que odia a Dios y a los hombres y cuyo mayor deseo es que se pierdan en el Infierno la mayor cantidad posible de almas. Por último, Jesús les concede el poder de curar enfermos, porque la enfermedad, el dolor y la muerte, son la consecuencia de la pérdida de la gracia santificante por el pecado original y la curación de las enfermedades constituyen una figura de la curación del alma por medio de la gracia y el inicio de una vida nueva, así como el enfermo que al curarse inicia una vida nueva, así el cristiano que recibe la curación corporal inicia una vida nueva, esto es figura de la vida nueva de la gracia que confieren los sacramentos, sobre todo la Eucaristía y la Penitencia.

“Salieron a predicar la conversión, a expulsar demonios y curar enfermos”. Desde los tiempos en que Jesús envió a sus Apóstoles a predicar la conversión, a expulsar demonios y a curar enfermedades, nada ha cambiado; por el contrario, todo ha ido a peor: el mundo rechaza cada vez más la conversión al Dios verdadero, Jesucristo; el demonio y sus ángeles apóstatas se muestran cada vez más explícitamente a través de medios de comunicación masiva y a través de iglesias dedicadas a su adoración y así innumerables almas se pierden para siempre y las pestes, paradójicamente, creadas muchas de ellas por la ciencia, provocan estragos entre la humanidad. Hoy más que nunca es necesario entonces elevar los ojos a Cristo crucificado para implorar nuestra conversión, la protección contra las acechanzas del Príncipe de las tinieblas y la sanación de todo tipo de enfermedades provocadas por seres humanos sin escrúpulos.

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