sábado, 22 de septiembre de 2012

“El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos”



(Domingo XXV – TO – Ciclo B – 2012)
         “El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos” (Mc 9, 30-37). La enseñanza de Jesús contrarresta radicalmente la soberbia del espíritu humano -y del cristiano-, que pretende ser el centro del universo. Parecería una contradicción, que aquel que quiera destacarse, es decir, ser el primero, se haga el último, es decir, el servidor de todos. Sin embargo, no es una contradicción, ya que a los ojos de Dios, las cosas son distintas a como la vemos los humanos y, sobre todo, a como vemos los cristianos, porque este Evangelio se dirige, ante todo, a aquellos que tienen sed de poder, de reconocimiento y de fama, en la misma Iglesia. Las cosas en la Iglesia no son como en el mundo, y los que nos enseñan, con su ejemplo de vida, cómo quiere Dios que obremos, son Jesús y la Virgen.
         Jesús mismo da ejemplo de cómo, siendo Él el Primero, ya que es el Nuevo Adán, en quien se origina una nueva raza humana, la raza de los hijos de Dios, es el último, puesto que muere en la Cruz, de una muerte humillante y dolorosísima, como si fuera un malhechor.
         También la Virgen nos da ejemplo, ya que Ella, siendo la Primera entre todas las criaturas, entre todos los ángeles y entre todos los hombres, por el hecho de haber sido concebido sin mancha de pecado original, por ser la Inmaculada Concepción, y por ser la Llena de gracia, al estar inhabitada desde el primer instante de su Concepción, por el Espíritu Santo, se llama a sí misma “Esclava” del Señor, tal como responde al anuncio del ángel: “He aquí la esclava del Señor”.
         Por lo tanto, si queremos sobresalir en la Iglesia; si queremos destacarnos en la Iglesia; si queremos, dando rienda suelta a nuestra sed de ser reconocidos y alabados por todos, tenemos que ser los últimos, como Jesús en la Cruz, como la Virgen en su humillación ante el anuncio del ángel.
         “El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos”. Jesús no nos está diciendo que está mal querer ser el primero; no está diciendo que es un pecado querer destacarse; no está diciendo que Él no aprecia a los que quieran sobresalir porque hacen bien las cosas: por el contrario, Jesús pide que seamos los primeros, que nos destaquemos en lo que hacemos, porque todos tendremos que rendir cuenta de los talentos que hemos recibido, y como nadie puede decir que no ha recibido talentos, ya que todos han recibido innumerables talentos de Dios, todos tendrán que responder por los mismos: “Al que más se le dio, más se le pedirá”.
Jesús entonces no nos prohíbe querer destacarnos, pero sí nos advierte claramente que, en la Iglesia, las cosas no son como en el mundo.
En el mundo, el que quiere sobresalir, no duda en usar las cabezas de sus prójimos como otros tantos peldaños para ascender; en el mundo, el que quiere ser el primero, no duda en usar la calumnia, la mentira, la difamación, la denuncia calumniosa, la falsedad, la hipocresía; en el mundo, el que quiere ser primero, aborrece a su prójimo si este es un obstáculo para su reconocimiento, y busca por lo tanto eliminarlo de su vista. Así son las cosas en el mundo, pero no en la Iglesia.
En la Iglesia, el que quiera ser el primero, tiene que pasar por la humillación de la Cruz, lo cual significa muchas cosas: significa considerar al prójimo como superior a uno mismo, como lo pide San Pablo; significa jamás mentir, ni en provecho propio, ni en daño ajeno; significa alegrarse del bien del prójimo, y no envidiarlo; significa jamás levantar falso testimonio, aun si de eso se siguieran grandes beneficios personales; significa pasar por alto los defectos del prójimo; significa entender que el primer y casi exclusivo servicio que debemos prestar en la Iglesia, es el apostolado para salvar almas, y que toda otra cosa es pérdida de tiempo; significa estar dispuestos a dar la vida por el prójimo, sobre todo si este prójimo es un enemigo; significa emplear al máximo los talentos recibidos, sin esperar ninguna recompensa ni reconocimientos humanos, sino darse por bien pagados por el sólo hecho de ser vistos por Dios Padre.
“El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos”. Ser el primero, en la Iglesia, quiere decir ser el último, el servidor de todos, recordando las palabras de Jesús: “No he venido a ser servido, sino a servir”, y Él es quien nos sirve el Banquete celestial, la Santa Misa, dándonos a comer de su propio Cuerpo, y dándonos a beber de su propia Sangre.
Muchos cristianos creen que en la Iglesia es como en el mundo, en donde el que es primero manda con soberbia y autoritarismo, haciéndose respetar por medio de la violencia, sino física, sí verbal y moral; sin embargo, nada tienen que hacer estos métodos en la Iglesia. Quien en la Iglesia no sirve con la mansedumbre y la humildad de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, no sirve para nada.
“El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos”. El que quiera ser el primero, que se humille ante Dios, como la Virgen en la Anunciación, y como Jesús en la Crucifixión, y que luego se humille delante de sus hermanos, sirviéndolos de todo corazón. El que así obre, será el primero y el más grande en el Reino de los cielos.

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