¿Por
qué exaltar la Cruz, instrumento de humillación, de tortura, de muerte? Los antiguos
romanos utilizaban la cruz como el máximo escarmiento que se daba tanto a
delincuentes de poca monta, como a los criminales más peligrosos, a aquellos
que ponían en peligro la integridad del imperio. Habían elegido la cruz, por
ser el instrumento más bárbaro, más cruel, más humillante, más atroz, y lo
habían elegido precisamente, para que todo aquel que viera a un crucificado,
escarmentara en piel ajena, y se decidiera a no cometer delitos, al menos por
temor al castigo que le sobrevendría.
Es
por esto que, como cristianos, nos preguntamos: ¿por qué exaltar la cruz,
instrumento de barbarie, de tortura, de humillación y de muerte? ¿No corremos
el riesgo, los cristianos, de identificarnos con la mentalidad bárbara de la
época, al identificarnos con el instrumento de muerte, la cruz? La respuesta es que los cristianos adoramos la Cruz, no nos identificamos con la barbarie, y tenemos varios motivos para celebrarla y exaltarla:
Porque la Cruz era un simple madero, pero al subir Jesús, quedó impregnada con la Sangre del Cordero.
Porque
en la Cruz murió el Hombre-Dios, y si bien con su Cuerpo humano sufrió muerte
humillante, por su condición de Dios “hace nuevas todas las cosas”, y así con
su Divinidad convirtió la muerte en vida, y la humillación en exaltación y
glorificación.
Porque
en la Cruz el Hombre-Dios convirtió al dolor y a la muerte del hombre, de
castigos por el pecado, en fuentes de santificación y de vida eterna.
Porque
en la Cruz, Jesús lavó con su Sangre, y los destruyó para siempre, a los
pecados de todos los hombres de todos los tiempos, de modo tal que si antes de
la Cruz los hombres estaban destinados a la condenación, por la Cruz, ahora
todos tienen el Camino abierto al Cielo.
Porque
la debilidad y la humillación del Hombre-Dios en la Cruz, fue convertida, por
la Trinidad Santísima, en muestra de fortaleza omnipotente y de gloria
infinita, por medio de las cuales destruyó y venció para siempre a los tres
enemigos mortales del hombre: el demonio, el mundo y la carne.
Porque
en la Cruz, el Hombre-Dios nos dio su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su
Divinidad, como alimento del alma, como Viático celestial en nuestro peregrinar
al Cielo, como Pan de ángeles que embriaga al alma con la Alegría y el Amor de
Dios Trino.
Porque
en la Cruz, el Hombre-Dios nos dio como regalo a aquello que más amaba en esta
tierra, su Madre amantísima, para que nos adoptara como hijos, nos cubriera con
su manto, nos llevara en su regazo, y nos encerrara en su Corazón Inmaculado,
para desde ahí llevarnos a la eterna felicidad en los cielos.
Porque
en la Cruz celebró la Misa, y por la Misa renueva para nosotros su mismo y
único sacrificio en Cruz, convirtiendo el altar en un nuevo Calvario, en un
nuevo Monte Gólgota, en cuya cima, suspendido desde la Cruz, mana del Sagrado
Corazón traspasado un torrente inagotable de gracia divina, la Sangre del Cordero,
salvación de los hombres.
Por
todo esto, celebramos, exaltamos y adoramos la Cruz.
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Saludos!