“Navega mar adentro”
(cfr. Lc 5, 1-11). A pesar de que
Pedro acaba de decirle que han pasado toda la noche sin poder pescar nada,
Jesús le ordena a Pedro que entre nuevamente en el mar y que arroje las redes.
Pedro obedece, y las redes se llenan tanto de peces, que corren incluso el
riesgo de naufragar.
Antes de la
intervención de Jesús, Pedro y los discípulos pasan toda la noche sin poder
pescar; luego de la intervención de Jesús, en pocos minutos, a plena luz del
día, luego de haber fracasado, obtienen tantos peces, que las barcas casi se
hunden.
El episodio nos
demuestra cuán cierto es lo que Jesús nos dice, que sin Él nada podemos hacer:
“Sin Mí, nada podéis hacer”. Es muy importante tener presente esto, tanto más,
cuanto que en la escena del Evangelio estamos representados todos los hombres:
la barca de Pedro es la
Iglesia , Pedro es el Papa, el mar es el mundo, los peces son
los hombres, la red es Jesucristo, los peces en la red son los que se salvan
por la Iglesia ;
la primera pesca, infructuosa, durante la noche, significa el esfuerzo humano
sin la gracia divina que nos viene por Jesucristo, ya que sin el auxilio de
Cristo, todo es difícil para el hombre; la segunda pesca, milagrosa, a la luz del día, significa el esfuerzo humano,
que es elevado infinitamente por la acción de la gracia santificante: con la
ayuda de Dios, todo se hace inimaginablemente más fácil.
La pesca milagrosa nos
demuestra entonces que cuando el hombre se empecina en apartarse de Dios y en
obrar sin Él, se queda siempre con las manos vacías; en cambio, cuando obedece
a su Palabra y cumple sus mandamientos, como Pedro, que obedece a Jesucristo y
cumple su Voluntad, obtiene no solo más de lo que espera, sino que recibe
incluso aquello que no espera (en el caso de la pesca milagrosa, ni Pedro ni
los demás pescadores podían siquiera imaginar que iban a poder pescar, y mucho
menos que iban a poder sacar tanta cantidad de peces).
“Sin Mí nada podéis
hacer”. Recordemos siempre las palabras de Jesús, y también el ejemplo de
Pedro, que obedece a Jesús y cumple sus mandatos, y busquemos de obrar de la
misma manera en nuestra vida; de esa manera, recibiremos algo que ni siquiera
podemos imaginar: la vida eterna.
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