“Los
fariseos observaban a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían
encontrar algo de qué acusarlo” (cfr. Lc 6,
6-11). Además del milagro de la curación de la mano paralizada de un hombre
enfermo, realizado por Jesús, en el Evangelio quedan de manifiesto la malicia,
la hipocresía, la falsedad, y la contumacia de quienes se llaman a sí mismos
“religiosos practicantes”, es decir, los fariseos.
Según
el Evangelio, los fariseos, que están dentro de la sinagoga al momento de
entrar Jesús, se ponen a “observarlo atentamente” en sus movimientos, pero no
para maravillarse por su milagro, ni para agradecerle por su gran compasión
para con un hombre enfermo, sino para “encontrar algo de qué acusarlo”. Que no
les interesara en lo más mínimo la compasión y la misericordia que demuestra
Jesús, se pone de manifiesto cuando, luego de curar la mano del hombre, en vez
de alegrarse, “se enfurecen”, dedicándose a tramar algo para poder atraparlo.
El
episodio pone al descubierto el error farisaico: se ocupan de lo exterior de la
religión –ocupan puestos, hacen cosas para el templo, están en el templo todo
el día-, pero se olvidan, como les dice Jesús, de lo “esencial de la religión”:
la compasión, la caridad, la misericordia.
El
problema de los fariseos no es el hecho de que sean religiosos, sino que, mientras
aparentan ser religiosos, pues no sólo están todo el día en el templo, sino que
dedican su vida a la religión, niegan con sus hechos aquello que dicen profesar
en sus corazones. Si hubieran sido verdaderamente religiosos, se habrían
alegrado del bien de su hermano, el hombre de la mano paralizada, porque
recibió un milagro asombroso de parte de Jesús y sobre todo porque recibió su
misericordia. Pero como eran religiosos falsos, hipócritas y mentirosos, no
sólo no se alegran, sino que “se enfurecen” contra Jesús.
La
ley mosaica prescribía el amor a Dios y al prójimo, pero los fariseos, con su
cumplimiento meramente extrínseco de la religión, ni aman a Dios ni aman al
prójimo, toda vez que se consideran superiores al prójimo, despreciándolo y
atribuyéndole maldad, creyéndose ser al mismo tiempo “puros” y “santos” por el
solo hecho de pertenecer a una sociedad religiosa, y por el solo hecho de estar
en el templo y de ocupar lugares de responsabilidad.
El
cristiano debe estar muy atento para no enfermar su alma con este cáncer
espiritual que es el fariseísmo, ya que es fariseo de hecho, a los ojos de
Dios, toda vez que, asistiendo a Misa regularmente, comulgando diariamente,
prestando servicios en la Iglesia en alguna institución, e incluso siendo
consagrado, en vez de luchar contra su soberbia para reflejar al prójimo el
amor misericordioso de Jesús, usa la religión como máscara que oculta su propio
corazón, soberbio, duro, hueco, incapaz de perdonar y de pedir perdón, vacío de
humildad, de amor cristiano y de compasión.
ES VERDAD HAY PERSONAS QUE ESTAN MUY PENDIENTES NO PARA VER COSAS BUENAS EN TI .. SINO PARA VER SI TE EQUIVOCAS... LINDO MENSAJE QUE NOS AYUDA A CRECER ....
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