"Hay que nacer de lo alto para entrar en el Reino de Dios" (Jn 3, 1-8). Ante esta afirmación de Jesús, de que se debe nacer "de lo alto", "del agua y del Espíritu", para entrar en el Reino de los cielos, Nicodemo entiende sus palabras en un sentido puramente material, y es así como no puede entender de qué manera sea posible este nacimiento.
Nicodemo interpreta materialmente las palabras de Jesús, así como lo interpretan también materialmente otros judíos cuando Jesús les dice que para entrar en el Reino de los cielos deben "comer su carne" y "beber su sangre".
Sin embargo, Jesús está hablando de un nuevo nacimiento en un sentido puramente espiritual, el que se da por la gracia divina, infundida en el bautismo sacramental, y por eso dice: "Hay que nacer del agua y del Espíritu".
El de Nicodemo no es un error superficial, sino esencial, de base, profundo, que condiciona toda su cosmovisión, llevándolo a interpretar en sentido estrictamente materialista las palabras de Jesús.
Pero no solo Nicodemo, sino millones de cristianos a lo largo de la historia, principalmente en los últimos años, han interpretado el ser cristiano en un sentido pura y exclusivamente materialista: pertenecer a Cristo, ser cristianos, es sólo una cuestión nominal que no afecta la raíz profunda del ser, y es así como piensan que se puede ser cristianos y al mismo tiempo convivir con las pasiones: soberbia, ira, lujuria, avaricia, gula, pereza, envidia.
Para el cristiano materialista, no hay contradicción entre la vida de la materia y la vida del Espíritu, porque sencillamente la vida del Espíritu no existe; solo existe la materia, o sea la carne, entendida esta como ausencia de la gracia.
El problema es que, como dice Jesús, el cristiano materialista no puede entrar en el Reino de los cielos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario