“Yo
Soy el Pan de Vida que les da Dios Padre”. Los judíos creían que el pan del
cielo, el maná, era el que les había dado Moisés en el desierto.
Era un pan milagroso, porque había venido del cielo, y les
había permitido calmar el hambre y no desfallecer en su peregrinar por el
desierto hacia la Tierra Prometida, Jerusalén.
Pero Jesús les revela que el verdadero pan bajado del cielo
es Él, Pan de Vida eterna, porque ese Pan es su carne, gloriosa y resucitada
por la fuerza del Espíritu Santo, luego de su muerte en Cruz.
Es verdadero también porque es dado por Dios Padre y no por
Moisés, y porque, además de saciar el hambre que de Dios tiene toda alma
humana, y saciarla al punto tal que la satisface sobreabundantemente, este Pan
que es su Cuerpo, da fuerzas al alma para atravesar el desierto árido de la
existencia y de la vida humana en su peregrinar hacia la Jerusalén celestial,
la comunión de vida y amor con las Tres Divinas Personas en la eternidad.
El verdadero Pan Vivo bajado del cielo, que permite al alma atravesar
el desierto de la vida, es la Eucaristía.
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