"Mujer, ¿por qué lloras?" (Jn 20, 11-18). La pregunta de Jesús resucitado a María Magdalena se debe a que esta se encuentra en un estado espiritual de tristeza y de desconcierto, producto de su falta de fe en las palabras de Jesús, que había prometido que resucitaría al tercer día.
Al fallar su fe, María Magdalena es incapaz de reconocer a Jesús resucitado, confundiéndolo con el jardinero, y preguntándole dónde ha puesto el cadáver de su Maestro. Sin la luz de la fe, María Magdalena busca a un cadáver, a un cuerpo muerto y sin vida. Se ha quedado en el dolor del Calvario, sin tener en cuenta que no hay Calvario sin Domingo de Resurrección , que no se puede separar a la Cruz de la Luz, al dolor del Viernes Santo de la alegría sin fin del Domingo de Pascuas.
María Magdalena llora porque, sin fe, busca a un cadáver, y no a Jesús resucitado, y por esto no lo reconoce en su Cuerpo resucitado.
Lo mismo le sucede a muchos cristianos hoy en día: creen en un Jesús inexistente, en un Jesús muerto, en un Jesús ausente, en un personaje de la historia que ha sido olvidado y reemplazado por los modernos ídolos. Muchos cristianos buscan en la Iglesia lo que María Magdalena en el sepulcro: un cadáver, un ser muerto, sin vida, y de hecho, viven como si Jesús no existiera, como si Él no fuera quien Es, Dios eterno e inmortal, y tres veces Santo. Muchos cristianos viven como si Jesús Eucaristía fuera un cadáver, que no puede auxiliarlos en sus tribulaciones, ni escucharlos en sus pesares, ni consolarlos en sus penas, ni donarles su paz y su alegría. Muchos viven como si la Eucaristía fuera solo un poco de pan bendecido, y no Dios Hijo oculto en la apariencia de pan.
"Mujer, ¿por qué lloras?", le pregunta Jesús a María Magdalena. Pero también la repite a los cristianos de hoy: "Cristiano, ¿por qué lloras? ¿Por qué te angustias por tus problemas, como si Yo no existiera? ¿Por qué no dejas de tratarme como a un cadáver, y vienes a Mí, que estoy en la Eucaristía, para que pueda obrar para ti milagros que ni siquiera puedes imaginar? Ven a Mí, adórame en la Eucaristía, recíbeme en tu corazón, y verás que no estoy muerto, que he resucitado y que tengo para ti un destino de alegría eterna".
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