“Apenas
oí tu saludo el niño saltó de alegría en mi vientre” (Lc 1, 39-45). Una interpretación
racionalista de este Evangelio y de la frase de Santa Isabel, diría que el
salto del Bautista se debe a un simple movimiento espontáneo, propio de todo
niño en el seno de su madre, y que la alegría del niño, descripta por Santa
Isabel y atribuida al Bautista, es en realidad producto de la imaginación de
Santa Isabel, mujer primeriza y por lo tanto inexperta en embarazos, a pesar de
su edad.
Sin
embargo, el salto de Juan Bautista en el seno de Santa Isabel, no se debe a un movimiento
espontáneo del niño, ni tampoco la alegría percibida por Santa Isabel, como
proveniente del niño, es producto de su imaginación: se trata de una verdadera
alegría, comunicada desde lo alto, por el Espíritu Santo, a Juan Bautista,
alegría que es percibida por Santa Isabel, y que se origina en la Presencia de
Jesús, que es traído en el seno virgen de María, como inicio de su misión
redentora, de su Pasión, por la cual habrá de salvar a toda la humanidad.
La
causa de la alegría del Bautista se debe entonces a la Presencia de Jesús, el
Mesías, que viene a los hombres, desde los cielos eternos del Padre, a través
de ese cielo en la tierra que es el seno virgen de María, y viene no solo para
derrotar definitivamente a los grandes enemigos de la raza humana, el demonio,
el mundo y el pecado, sino para concederles la gracia santificante, la
filiación divina y la vida eterna, y para conducirlos al Reino de los cielos.
“Apenas
oí tu saludo el niño saltó de alegría en mi vientre”. La alegría del Bautista,
alegría transmitida por el Espíritu Santo, es la alegría del cristiano en
Navidad: el cristiano, para Navidad, no se alegra por las comilonas, ni las
embriagueces, ni por la música ensordecedora, ni por festines trasnochados; el
cristiano se alegra, con la alegría del Espíritu Santo, porque ha nacido el
Redentor, el Niño Dios, Luz de Luz eterna, que con su Luz eterna ha venido para
derrotar para siempre a las tinieblas, y para iluminar con su luz divina a toda
la humanidad.
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