viernes, 28 de diciembre de 2012

La Sagrada Familia



(Ciclo C - 2012)
         Los Padres de la Iglesia sostienen que la familia debe ser una “Iglesia doméstica”, y por este motivo es que la Iglesia nos pide en este Domingo, a días del Nacimiento de Jesús en Belén, que contemplemos a la Sagrada Familia, porque ella es modelo de santidad para toda familia católica.
El matrimonio virginal entre María Santísima y San José, se transforma en familia con el Nacimiento virginal y milagroso del Niño Jesús, y desde este momento, se convierte en el modelo único e insuperable de santidad para toda familia humana, pero de modo especialísimo, para la familia católica, y el motivo por el cual es modelo de santidad es porque todo en la Familia del Pesebre es santo: en esta Familia, todo lo humano se diviniza, y lo divino se humaniza; todo en ella remite a Dios Uno y Trino, porque Dios Uno y Trino es su centro, su culmen, su fuente, su punto de partida y su meta de llegada; todos sus pensamientos, sus deseos, sus obras, están en Dios Trinidad, porque de Él surgen y hacia Él tienden; en esta Familia, la santidad es el alimento de todos los días, y nada se dice ni se piensa ni se desea ni se hace, sino es en la más grande santidad de Dios, y para la mayor gloria de Dios; en esta Familia Santa no solo no hay ni el más mínimo fastidio, ni el más ligero enojo, ni la más leve impaciencia, y ni siquiera la más mínima imperfección, porque en esta Sagrada Familia todo es bondad y paz y amor en el Espíritu Santo, que todo lo llena, todo lo penetra, todo lo perfuma con su aroma exquisito; en esta familia se alaba y se agradece a Dios Trino por su inmensa majestad y bondad, por su infinita misericordia y por su eterno Amor, desde la madrugada hasta la noche, y durante toda la noche hasta la madrugada y continúa durante todo el día, y así todos los días y noches, sin cesar; en esta Familia, sólo se escuchan cantos de alabanzas, de honor y de adoración a Dios Uno y Trino, y al igual que los ángeles en el cielo no cesan, ni de noche ni de día, de alabar a la Trinidad, tampoco en esta Familia Santa decae ni por un instante la alabanza, la acción de gracias y la adoración a Dios Trino. En esta Familia, todo es paz, serenidad, alegría, amor, aun en medio de las tribulaciones, de las penas y de las pruebas de cada día, porque quien la sostiene, la alimenta, la guía y la ilumina con su Amor eterno, es Dios Uno y Trino.
         La Sagrada Familia es modelo para toda familia porque aunque por fuera, cuando se la mira con ojos humanos, parece una familia humana más –hay una madre, un padre, un hijo-, pero cuando se la mira con los ojos de Dios, se ve que encierra esta Familia Santa un misterio insondable.
Como dijimos, en esta Familia todo lo humano se diviniza, y todo lo divino, sin dejar de ser divino, se humaniza. Así, la Madre de esta familia, parece una mujer más de la región de Palestina, de hace dos mil años; parece una madre joven y primeriza más, una más entre las miles y miles de mujeres hebreas jóvenes que tienen un hijo por primera y única vez, y sin embargo, esta Mujer es la Mujer del Génesis, que aplasta la cabeza de la Serpiente con la fuerza omnipotente de su Hijo Dios; esta Mujer es la Mujer del Apocalipsis, que aparece revestida de sol, es decir, de la gracia y de la gloria divina; esta Mujer es la que logra, con la intercesión de sus ruegos, que la Santísima Trinidad en pleno, decida adelantar la Hora de la manifestación pública del Hombre- Dios, su Hijo Jesús, al autorizar a este, por pedido de la Virgen, la conversión del agua en vino para los esposos, en Caná; esta Mujer es la Mujer que la agonía de Jesús, se convierte en el don divino más preciado para los hombres, junto al Cuerpo y la Sangre de Cristo, al convertirla Jesús, como supremo testimonio de su testamento de Amor, en Madre de todos los hombres, al pie de la Cruz.
Así, esta Mujer, la Virgen María, es modelo para toda madre de toda familia católica, porque como la Virgen, la madre católica debe dedicar su vida a la atención de su esposo, de los hijos, del hogar, sin descuidar el deber de amor para con Dios, la oración permanente, devota, continua, confiada.
El Hijo de esta Familia Santa, aunque parece un pequeño Niño recién nacido, frágil, débil, y necesitado de todo, como todo pequeño niño recién nacido, es Dios Hijo, que se encarna en el cuerpo y en la naturaleza humana de un Niño, pero sin dejar de ser Dios. Este Niño, que es Dios, es modelo de sumisión y de amor a los padres, pues les obedece siempre y en todo momento, pero es también modelo de cómo cumplir la Voluntad de Dios, porque cuando debe separarse de ellos para “encargarse de los asuntos de Dios Padre”, como sucedió a los doce años, no duda ni un instante en hacerlo; es modelo de amor para todo hijo, porque Jesús, en cuanto Hijo de la Virgen e Hijo adoptivo de San José, fue siempre obediente, servicial, amable, dispuesto al sacrificio, basado en el gran amor que tenía a sus padres, María y José; Jesús alegraba los días de sus padres, no solo no dando nunca ningún motivo de reproche, sino obrando en todo momento con el más grande amor que jamás un hijo podría tener a sus padres, porque los amaba con el Amor de su Sagrado Corazón, que es el Espíritu Santo, el Amor de Dios. Jesús, el Niño Dios, el Hijo de José y de María, es modelo para todo hijo católico, porque durante toda su vida cumplió a la perfección el Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios: “Honrarás padre y madre”, pero sobre todo cumplió a la perfección este mandamiento en la Cruz, cuando derramó su Sangre por ellos, ya que por esta Sangre su Madre fue concebida sin mancha, y su padre adoptivo, San José, recibió la gracia de la castidad en grado sublime. Así como Jesús demostraba el amor a sus padres obedeciéndoles en todo y ayudándoles en las tareas domésticas y luego, ya de grande, trabajando en la carpintería, así el hijo cristiano debe honrar a sus padres con el respeto, la obediencia, y el servicio cotidiano.
El esposo de esta Familia Santa –esposo meramente legal, puesto que fue en todo momento sólo como un hermano para la Virgen- de María, y a la vez padre adoptivo del Niño Dios –pues su Padre desde la eternidad es Dios Padre-, es San José, varón justo, casto y puro, con un grado de santidad, de pureza, de castidad y de bondad divina no encontrados entre las creaturas humanas, y no podía ser de otra manera, pues aquel que había sido elegido desde la eternidad por la Trinidad para ser el Custodio de Jesús, no podía no tener la santidad, la castidad, la pureza y la inocencia en los grados en las que las poseía San José.
San José, varón casto y puro, es modelo para todo esposo, para todo padre, porque cumplió a la perfección, aquí en la tierra, el papel de sustituto de Dios Padre, al tener que cuidar a su Hijo adoptivo, que era Dios Hijo encarnado, y al tener que ser esposo meramente legal, de la Esposa del Espíritu Santo, María Santísima. Es modelo para todo padre cristiano que, al igual que San José, debe vivir la castidad matrimonial, y dedicar todas sus fuerzas y sus empeños en la custodia de los hijos y en la protección y amor de su esposa.
Sólo si la familia católica tiene por modelo a la Sagrada Familia podrá cumplir su designio divino y ser, como dicen los padres de la Iglesia, la “Iglesia doméstica”; sólo en la imitación de la Sagrada Familia podrá, la familia cristiana, ser fermento de transformación del mundo, porque sólo así podrá reflejar el Amor del Hijo de esta Familia, Jesús de Nazareth, que entregó su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en el altar de la Cruz, y lo sigue entregando en cada Eucaristía, como alimento de vida eterna para las almas.  

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