“El
que escucha la Palabra y la practica es como el que construye sobre roca” (Mt 7, 21, 24-27). Con los ejemplos de
dos hombres que construyen sobre distintas bases, uno sobre roca y otro sobre
arena, Jesús grafica a los cristianos que ponen y no ponen en práctica,
respectivamente, los Consejos Evangélicos y los Mandamientos de la ley divina.
Quien
escucha la Palabra, pero no la pone en práctica, es como quien construye sobre
arena, porque en vez de obrar según la Sabiduría divina y cumplir la Voluntad
de Dios, cumple su propia voluntad y obra según su propia necedad humana, las
cuales conducen siempre al error.
Por
ejemplo, quien escucha: “Perdona setenta veces siete”, pero se niega a perdonar,
en vez de constituirse en un canal de la misericordia y del perdón divino para
los hombres, se convierte en un centro difusor de rencor, de venganza, de
justicia por mano propia; quien escucha: “Bienaventurados los puros de corazón,
porque ellos verán a Dios”, pero voluntariamente elige la impureza, que
comienza en los pensamientos consentidos y en el no evitar las ocasiones
de pecar, inevitablemente convertirá su corazón, de altar y sagrario de Jesús
Eucaristía, al cual estaba destinado por el bautismo, en una cueva de Asmodeo,
el demonio de la lujuria, y se hace merecedor de su vista para siempre, vista
que causa espanto, horror y terror suprahumanos; quien escucha: “Donde esté tu
tesoro, ahí estará tu corazón” (Mt 6,
19-23), y voluntariamente elige como tesoro, en vez de la Eucaristía dominical,
el fútbol, la política, y cuanta diversión mundana aparezca, inevitablemente desplazará
de su corazón al Dios del sagrario, y lo llenará de ídolos mudos e inertes,
futbolistas, músicos, cantantes, científicos, etc., que le provocarán hastío,
cansancio, aridez, tristeza y desesperación; quien escucha: “El que quiera
seguirme, que cargue su Cruz de cada día y me siga”, pero en vez de seguir a
Jesús en el Camino Real de la Cruz, camino de la negación de sí mismo y de los
apetitos desordenados de bienestar, placer, riqueza, único camino que conduce a
la muerte del hombre viejo y al renacimiento del hombre nuevo, el hijo adoptivo
de Dios por la gracia, y en vez de eso sigue el camino inverso, el camino ancho
y espacioso del mundo, pleno de satisfacciones de los sentidos, de hartura de
comida, de acumulación codiciosa de bienes materiales y de dinero, cumpliendo
de esta manera los mandamientos de Satanás y no los de Dios, en vez de seguir
las huellas de Jesús, huellas ensangrentadas que conducen al Calvario pero
luego a la felicidad eterna, seguirá las sucias pisadas de Satanás, que
conducen a una satisfacción material y sensible temporaria, para dar luego
dolor y llanto eterno; quien escucha: “Bienaventurados los misericordiosos”,
pero en vez de obrar la misericordia, para convertirse en espejos vivientes que
reflejen la bondad y el amor divinos sobre la tierra y los hombres, elige la
frialdad y dureza del corazón, desentendiéndose de las necesidades de sus
prójimos, encerrándose en una cárcel de piedra que es el propio corazón,
endurecido por el amor del dinero, escuchará al final de su vida, cuando ya sea
demasiado tarde, las terribles palabras del Terrible Jueza: “Apártate de Mí,
maldito, al fuego eterno, porque tuve hambre y no me diste de comer; tuve sed y
no me diste de beber; estuve enfermo y no me visitaste” (Mt 7, 21-23).
“El
que escucha la Palabra y la practica es como el que construye sobre roca”. No da
lo mismo escuchar la Palabra y ponerla en práctica, que escucharla y no ponerla
en práctica. Quien pone por obra lo que su Dios le dice, pone los cimientos de
su propia salvación y la de los demás, porque construye en la Roca que es
Cristo. Quien escucha a Dios pero no pone por obra sus mandamientos, construye
sobre arena, sobre sí mismo, y así edifica su propia perdición, porque su
corazón no estará firme cuando lo acosen sus enemigos, los invisibles y tenebrosos
“príncipes malignos de las alturas” (Ef
6, 12).
No hay comentarios:
Publicar un comentario