domingo, 30 de diciembre de 2012

Octava de Navidad 7 2012



         Si bien el Niño Dios es engendrado en el seno del  Padre en la eternidad, su Nacimiento terrenal, como niño, se da en el tiempo y en el espacio, en lugar físico determinado: en las afueras de un pueblo llamado Belén, en una  gruta que servía de refugio a los animales. El Creador de cielos y tierra, Aquél por quien todo fue hecho, el Dios de majestad infinita, ante quien los ángeles se postran en adoración amorosa, nace en una pobre gruta, una cueva, refugio de animales.
El hecho de haber nacido en un lugar tan pobre y mísero, se debe a la Voluntad divina, pero también a la ceguera humana, porque son los hombres quienes no se compadecen de una mujer primeriza, y la abandonan a su suerte, negándole a Ella, a su esposo y a su Hijo por nacer, un lugar digno y confortable para que tenga lugar el alumbramiento.
Nada sucede por casualidad, y es así que las puertas cerradas de las posadas y albergues, que niegan la entrada a la Virgen con su Niño, representan al corazón humano, que sin Dios, no es capaz del menor gesto, no ya de caridad, sino de humanidad. Las posadas con sus puertas cerradas representan al hombre sin Dios, que en su soberbia auto-suficiente no reconoce su Venida, viéndose privado por lo tanto de su luz, cumpliéndose lo que dice el Evangelista Juan: “El Verbo estaba en Dios (…) era Dios, era la Luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo (…) La Luz vino a los suyos, pero los suyos no la recibieron” (cfr. Jn 1ss).
Pero la gruta donde nace el Niño de Belén también es un símbolo del corazón humano sin Dios, aunque esta vez, a diferencia de los corazones representados en las posadas, se  trata de un corazón humilde, porque sí reconoce a su Dios, que viene como Niño, y lo recibe. La gruta de Belén representa entonces al corazón humano que, en su pobreza espiritual, le concede a su Dios un lugar donde nacer. Se puede hacer entonces un paralelismo entre la gruta de Belén y el corazón humano que recibe a su Dios, a pesar de reconocerse como no digno: así como la gruta es oscura y fría, y así como sirve de refugio a bestias irracionales, como el buey el asno, así el corazón del hombre sin Dios es oscuro y frío, y sirve de refugio a las pasiones, representadas en los animales irracionales. Pero de la misma manera a como en Belén fue la Virgen quien limpió la gruta y la preparó para el Nacimiento de su Hijo, así también es la Virgen la que concede las gracias necesarias para que el alma se vea limpia y libre de afectos desordenados, para que cuando nazca su Hijo por la gracia y por la fe, sea recibido con un amor puro.
Para Navidad, la Virgen va buscando un corazón donde pueda nacer su Hijo, el Niño Dios. De cada uno depende que la puerta permanezca cerrada, sin nunca abrirse, como las posadas que no se abrieron para recibir a Jesús, o que sean grutas que, aunque pobres y miserables, oscuras y frías, reciban con fe y con amor al Hijo de la Virgen, el Niño Dios. A ese tal corazón, el que sea como la gruta de Belén, cuando el Niño nazca, lo iluminará con el resplandor eterno de su Ser trinitario, y lo envolverá en el fuego de su Amor divino.

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