“Cuando
vean que sucedan estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca” (Lc 21, 29-33). Jesús profetiza acerca de
dos eventos futuros: la destrucción del templo y de Jerusalén y su Segunda
Venida en la gloria. El primer evento será local y los discípulos tendrán
tiempo para huir en dirección opuesta al lugar en donde sucederá, para poder
ponerse a salvo y ocurrirá en un momento determinado: “antes de que pase esta
generación”. Esto ocurrió efectivamente en el año 70 d. C., luego de que las
tropas del emperador romano sitiaran y luego arrasaran a Jerusalén y al templo.
El segundo evento, su Segunda Venida en la gloria, no tiene un tiempo
determinado, puesto que “nadie sabe ni la hora ni el día, excepto el Padre” y
será un evento universal, pues comparecerá toda la humanidad ante Cristo, quien
vendrá como Justo y Eterno Juez, para conducir a los buenos al Reino de los
cielos y para condenar a los malos al Infierno eterno; al ser universal, de
este evento nadie podrá “escapar”, por así decir, puesto que será el Juicio
Final para toda la humanidad en general y para cada ser humano en particular.
Si
bien Jesús no da una fecha para su Segunda Venida, sí da las señales que la
precederán: “se oscurecerán el sol y la luna, los astros caerán”, habrá
guerras, terremotos, tempestades, pestes, hambrunas, aparecerán falsos mesías,
falsos cristos y, finalmente, precederá inmediatamente su Segunda Venida la
última persecución sangrienta contra la Iglesia –anunciada en el número 675 del
Catecismo- y la “abominación de la desolación”, es decir, la supresión del
Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, con la aparición del Anticristo, su
auto-proclamación como Cristo y la entronización de un ídolo demoníaco, todo lo
cual “conmoverá el cimiento de la fe” de muchos bautizados, provocando la
apostasía de una gran cantidad de fieles. La apostasía hará que los fieles
dejen de adorar a Cristo en la Eucaristía y dejen de adorar a la Santísima
Trinidad, para adorar al Anticristo y a la tríada satánica: la Bestia –la Masonería-,
el Dragón rojo del Apocalipsis –el Comunismo, que se implantará en todo el
mundo como un Estado Comunista Universal, que es en eso en lo que consiste el
Nuevo Orden Mundial anticristiano- y el Anticristo, cuyo camino al poder y al
trono pontificio será allanado por el Falso Profeta.
“Cuando
vean que sucedan estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca”. Sólo la
oración –sobre todo el Santo Rosario-, la Adoración Eucarística, la Conversión
Eucarística, la frecuencia de la Confesión sacramental, la Comunión en gracia,
con fe, devoción, piedad y amor, nos darán la luz divina suficiente para
discernir la proximidad del Reino de los cielos y la inminencia del Día de la
Ira de Dios.
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