viernes, 12 de noviembre de 2021

Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo

 



(Ciclo B – 2021)

         Al finalizar el año litúrgico, la Iglesia proclama que su Fundador, el Hombre-Dios Jesucristo, es “Rey del universo”, lo cual quiere decir que para la Iglesia Católica, Jesucristo es Rey no sólo para ella, sino que es Rey de “todo el universo”, es decir, de todo el planeta y de todo el universo literalmente hablando, lo cual hace incluir el sol, los planetas, las galaxias. Además, hay otro aspecto a considerar en esta proclamación de Jesucristo como Rey del universo: esta proclamación implica que Jesucristo no sólo es Rey de las naciones –de todo hombre, de todo ser humano, sin importar si es ateo o si practica cualquier otra religión que no sea la católica-, sino que es también Rey del universo invisible, el que está compuesto por los ángeles, seres puramente espirituales, que son invisibles al ojo humano, pero no por eso dejan de existir. De acuerdo a lo expresado, la proclamación de Jesucristo como Rey del universo, implica afirmar que Jesucristo es Rey del universo visible y también del invisible, es decir, es Rey de toda la humanidad y es Rey de todos los ángeles. Que sea Rey de toda la humanidad significa que es mi Rey personal –por eso Jesús Eucaristía debe ser entronizado en ese altar interior, espiritual, que es el corazón humano-, pero también es el Rey de las familias, es el Rey de la Nación Argentina, es el Rey de todas las naciones de la tierra y es el Rey de los ángeles de luz, los ángeles que permanecieron fieles a la Santísima Trinidad y, a las órdenes de San Miguel Arcángel, expulsaron en nombre de la Trinidad a Satanás y a todos los ángeles apóstatas. Sobre estos ángeles caídos, los demonios, cuyo lugar preparado para ellos por su rebeldía es el Infierno eterno, Jesucristo también reina sobre ellos, pero no con su Bondad y Misericordia, sino con su Justicia Divina y su Ira Divina. En otras palabras, los demonios no escapan a la reyecía universal del Hombre-Dios Jesucristo, porque si bien no le obedecen por amor, sí le obedecen por terror, al ser aplastados permanente y eternamente por el peso de la omnipotencia, de la Ira y de la Justicia Divina.



         Ahora bien, la reyecía que la Iglesia proclama en Jesucristo, será reconocida y aceptada, lo quieran o no lo quieran, por todos los hombres y por todos los ángeles, de forma unánime y universal, en el Día del Juicio Final, en el que el Señor Jesús vendrá en el esplendor de su gloria divina, por Segunda Vez, para juzgar a vivos y muertos, para dar a los que creyeron en Él y vivieron y murieron en gracia, la felicidad eterna del Reino de los cielos y para dar a los hombres malos, a los perversos que libremente rechazaron la gracia y eligieron la malicia como eje de sus vidas, el horror eterno de la eterna condenación en el Infierno. Será en el Día del Juicio Final, entonces, en el que todo el universo visible y el invisible, reconocerá a Jesucristo como Rey Eterno, de majestad divina y de poder invencible. Unos, ángeles y santos, lo reconocerán para su alegría y gozo por toda la eternidad; otros, los demonios y los condenados, lo reconocerán también como Dios Omnipotente, pero para su espanto y horror, en la eterna condenación en el Infierno. Hasta que ese día llegue, proclamemos, en el tiempo que nos queda de vida terrena, junto con la Santa Iglesia Católica, que Jesús Eucaristía es nuestro Rey, el Único Rey de nuestros corazones, para así seguir proclamándolo como Rey Eterno por toda la eternidad, en el Reino de los cielos.

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