jueves, 11 de noviembre de 2021

“Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”


 

“Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa” (Lc 19, 1-10). Cuando Zaqueo, un hombre rico y con un alto cargo como funcionario, porque era jefe de publicanos, se entera de la llegada de Jesús a la ciudad donde él vivía, Jericó, se apresura para salir a buscarlo y al menos poder verlo. Zaqueo había escuchado hablar de Jesús, de su sabiduría, de sus milagros, del anuncio que Él hacía de la llegada del Reino de Dios y estaba muy interesado en conocer a Jesús. Sin embargo, se encuentra con la dificultad de que, por un lado, había una gran multitud alrededor de Jesús, lo cual dificultaba su llegada hasta Él; además, Zaqueo era de baja estatura, lo cual le impedía todavía más la visión. Pero Zaqueo no se da por vencido y decide subirse a un árbol, para así poder contemplar a Jesús. Ahora bien, Jesús, que es Dios en Persona, sabe bien no sólo que Zaqueo está arriba del árbol para verlo, sino que además conoce la profundidad del corazón de Zaqueo, que desea recibirlo a Él y apartarse del pecado, de todo lo que lo separe de Dios. Por esta razón, Jesús llama a Zaqueo y le dice que quiere almorzar en su casa. Una vez dentro de la casa de Zaqueo, la acción de la gracia de Jesús convierte totalmente el corazón de Zaqueo y esta conversión lo lleva a desprenderse de los bienes materiales para compartirlos con quienes lo necesitan, además de estar dispuesto a devolver cuatro veces más a quien él le hubiera retenido sus bienes de forma ilícita. Jesús se alegra por la conversión de Zaqueo y es por eso que dice que “la salvación ha llegado a esta casa”, a la casa de Zaqueo, porque Zaqueo ha aceptado de todo corazón la gracia santificante de Jesús y ha empezado por desprenderse de los bienes materiales, para así poder ingresar en el Reino de los cielos.

“Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”. En cada Santa Misa, Jesús, más que entrar en una ciudad, baja de cielo para quedarse en la Eucaristía y para así ingresar, por la Comunión Eucarística, en nuestros corazones, en nuestras casas espirituales, para colmarnos de su gracia, de sus dones, de su Amor infinito y eterno. En este sentido, Zaqueo es el ejemplo perfecto y el modelo a imitar para recibir a Jesús Eucaristía: recibiendo a Jesús con amor y dejando de lado todo lo que nos aparte de Él.

 

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