jueves, 11 de noviembre de 2021

“Si comprendieras lo que puede conducirte a la paz”

 


“Si comprendieras lo que puede conducirte a la paz” (cfr. Lc 19, 41-44). Jesús llora por Jerusalén, porque como Dios, ve que Jerusalén lo rechazará a Él, que es el Príncipe de la paz, del Dador de la Paz de Dios y así, rechazándolo, Jerusalén se precipitará en su propia ruina. Esta profecía de Jesús se cumplió en el año 70 d. C., cuando Jerusalén fue sitiada y luego arrasada por las tropas del emperador romano. Desde entonces, Israel no ha conocido la paz y si en nuestros días goza de una relativa paz, se debe a la disuasión que ejercen las armas, pero no porque posea la verdadera paz, la paz espiritual, la paz que sólo Dios puede dar.

En Jerusalén, la Ciudad Santa, está representado el cristiano, que se vuelve templo santo de Dios por la gracia recibida en el bautismo sacramental. Por esto mismo, el llanto de Jesús por la Jerusalén terrena se aplica al alma del bautizado en la Iglesia Católica, que por el bautismo es convertido en morada santa de la Santísima Trinidad. Ahora bien, si por el bautismo el alma es convertida en morada santa, por el pecado, esa misma alma expulsa a Cristo de sí misma y se convierte en refugio de demonios y así le sucede lo mismo que a la Jerusalén terrena, que luego de expulsar a Cristo el Viernes Santo, para crucificarlo en el Monte Calvario, se vio envuelta en tinieblas espirituales –simbolizadas por el eclipse solar ocurrido con la muerte de Jesús- y rodeada de enemigos, quienes fueron los que finalmente la arrasaron a sangre y fuego; de la misma manera, el alma que expulsa a Cristo por causa del pecado, queda envuelta en las tinieblas propias del pecado pero también queda envuelto en las tinieblas vivientes, los ángeles caídos, los demonios, quienes le quitan la paz que le concedía la gracia santificante.

“Si comprendieras lo que puede conducirte a la paz”. Lo que Jesús le dice a Jerusalén, nos lo dice a cada uno de nosotros y así como la Causa de la paz para Jerusalén era Jesucristo, así también para nosotros, la Causa de la verdadera paz, la paz espiritual, que sobreviene al alma cuando la gracia borra la mancha del pecado, sólo nos la puede dar Jesucristo. Pidamos la gracia de comprender esto, para que así vivamos en la paz verdadera, la paz de Cristo.

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