jueves, 11 de abril de 2024

“Ustedes son testigos de todo esto”

 



(Domingo III -TP - Ciclo B – 2024)

         “Ustedes son testigos de todo esto” (Lc 24, 35-48). Jesús resucitado les resume su misterio pascual de muerte y resurrección, les renueva la misión de anunciar dicho misterio a toda la humanidad y para eso “les abre la inteligencia”, para que puedan comprender “las Escrituras”, la Palabra de Dios. En otras palabras, les abre la inteligencia con la luz del Espíritu Santo, para que puedan comprenderlo a Él, que es la Palabra de Dios por excelencia. Sin esta luz del Espíritu Santo, el ser humano se pierde en las estrechas fronteras de su razón natural y tiende, por naturaleza, a dejar de lado lo que no entiende, como por ejemplo los milagros de Jesús y, lo que es más grave todavía, deja de lado todo lo sobrenatural que el misterio pascual de Jesús implica. Eso es lo que sucedió con Lutero, con Calvino, y con todos los reformadores protestantes, los cuales, al rebelarse contra la Iglesia Católica, perdieron la luz del Espíritu Santo y se quedaron con su sola razón natural, lo cual les hizo perder por completo la esencia, el sentido y la razón misma de ser de la Encarnación del Verbo y de su misterio pascual de muerte y resurrección.

         Esto mismo nos puede pasar a nosotros los católicos, en relación al misterio pascual y a su actualización sacramental y litúrgica en el tiempo, que es la Santa Misa y la Sagrada Eucaristía y así es como surge el modernismo, el progresismo, descartando y dejando de lado todo lo que no entiende, todo el misterio sobrenatural que posee la Santa Misa y la Sagrada Eucaristía. Esto es lo que explica que hayan sacerdotes que bailen en Misa, o que celebren Misa vestidos de payasos -literalmente-, de raperos, de osos de peluche o incluso que ambienten la Misa con objetos satánicos como los de Halloween, todo lo cual está debidamente documentado. Esto es lo que explica la ausencia de sacralidad en la música, la gran mayoría de la cual parecen pésimas baladas pseudo-sentimentales de la década de los setenta, con letras religiosas; es lo que explica que se haya perdido por completo la hermosa arquitectura de las catedrales católicas, que reflejaban en la Edad Media lo sagrado, desde el principio hasta el fin, reemplazando dichas catedrales por edificios vacíos de sacralidad y llenos de mundanidad. Todo esto se produce cuando el hombre no posee la luz del Espíritu Santo y cuando esto sucede, todo lo reduce al estrecho límite de su comprensión, cayendo en un malsano racionalismo, dejando de lado todo el misterio sobrenatural absoluto que, originándose en la Trinidad, desciende sobre la Iglesia y se manifiesta en su arquitectura, en su música, en su prédica. Lo más grave de todo es la pérdida del sentido sobrenatural en cuanto a Jesús -no se lo considera más el Hombre-Dios ni tampoco que prolongue su Encarnación en la Eucaristía- y en cuanto a su misterio pascual, que es salvar a la humanidad de la eterna condenación para conducirla al Reino de los cielos, reduciendo el contenido de su mensaje a una serie de consejos de auto-ayuda que ni siquiera son útiles para la vida de todos los días, dando la impresión de que la Iglesia es una especie de ONG religiosa que se encarga de la ecología y del medio ambiente y no de la salvación de las almas, de la lucha contra las pasiones y contra el Enemigo de Dios y de los hombres, el Ángel caído, Satanás.

         Nuestra religión católica es una religión de misterios y así lo dice el Misal Romano ya al inicio de la Misa: “Hermanos, confesemos nuestros pecados para que podamos participar dignamente de estos sagrados misterios”. El sacerdote da la absolución de los pecados veniales al inicio de la Misa, para que participemos con dignidad de un misterio, el misterio más grande de todos, la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, que se llevará a cabo por la liturgia eucarística. La Eucaristía es un misterio -que nos alimentemos con el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Hijo de Dios-, la Confesión es un misterio -que la Sangre del Cordero caiga sobre nuestras almas quitándonos nuestros pecados-, la Confirmación es un misterio -que recibamos a la Tercera Persona de la Trinidad en nuestras indignas almas-; en definitiva, toda nuestra religión es un misterio sobrenatural absoluto y si Jesús no nos infunde su Espíritu Santo, si Jesús no nos ilumina con su luz divina, caemos en el peor de los racionalismos, que nos impide precisamente vivir y practicar nuestra religión como una religión de misterios absolutos originados en la Santísima Trinidad, reduciendo todo a lo que hacen los protestantes, una simple reunión fraterna religiosa en donde se recuerda con la memoria la Última Cena y reduciendo al cristianismo a una especie de terapia de auto-ayuda emocional y afectiva, que tiene que acompañarse de lastimosos cantos sensibleros para despertar emociones de auto-compasión en los que se dicen cristianos. Esto último es lo que sucede en una secta evangelista, pero no es la religión católica. Además de pedir el perdón de los pecados al inicio de la Santa Misa, debemos pedir la asistencia del Espíritu Santo para que, iluminados por su luz divina, participemos dignamente de los Santos Misterios del Altar Eucarístico, la Santa Misa.


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