sábado, 20 de abril de 2024

“Yo Soy el Buen Pastor”

 


(Domingo IV - TP - Ciclo B – 2024)

         “Yo Soy el Buen Pastor” (Jn 10, 11-18). En esta parábola de Jesús, hay cuatro protagonistas: el Buen Pastor, que da la vida por las ovejas; el mal pastor o pastor asalariado, a quien no le importan las ovejas, sino el salario, la paga, es decir, trabaja solo para cobrar a fin de mes; el lobo, que desea destruir a las ovejas; finalmente, las ovejas, que a su vez se clasifican en dos grupos: las que “conocen la voz del Buen Pastor” y lo siguen dondequiera que vaya, y las ovejas que “todavía no están en el redil”, pero que son “propiedad del Buen Pastor”.

         ¿Qué o a quién representan cada uno de los personajes de la parábola?

         El Buen Pastor es, obviamente, Nuestro Señor Jesucristo, quien da la vida por sus ovejas, es decir, por las almas, en el Santo Sacrificio del Calvario. Él ama a sus ovejas, ama a las almas que Él mismo creó y que ahora están en peligro de muerte eterna y por eso no duda en dar su vida en rescate por las almas; el cayado del Buen Pastor es su Cruz, la Santa Cruz de Jesús y es con el cual va al rescate de sus ovejas. Cuando una de sus ovejas, aun escuchando la voz del Buen Pastor, decide alejarse de su Presencia, decide apartarse de los sacramentos y de la oración y así por culpa propia se pierde, extraviando el camino, y cae por un barranco -esa caída representa el pecado, sobre todo el pecado mortal-, en la caída se lastima gravemente, se abre su piel, comenzando a sangrar abundantemente, se quiebran sus huesos, al dar varios tumbos y golpear con las rocas antes de llegar al fondo del barranco; una vez en el fondo del barranco, la oveja, mal herida, no puede moverse por sí misma; está herida de muerte, sangrando, con sus huesos quebrados y de no mediar un pronto auxilio, morirá desangrada, de hambre y de sed o, lo que es más probable, morirá por causa de las dentelladas que el lobo le asestará con sus afilados colmillos. El Buen Pastor, Jesucristo, dejando a buen resguardo a las otras ovejas, sale con su cayado, con la Santa Cruz y con ella baja al barranco, desciende a las profundidades del abismo en el que el alma ha caído a causa de sus pecados y la cura con el aceite de su amor misericordioso, la venda con la gracia santificante, la alimenta con su Carne y con su Sangre, la carga sobre sus hombros y la lleva, barranco arriba, para ponerla a salvo de una muerte segura a manos del lobo.

         El mal pastor o pastor asalariado es cualquier sacerdote de la Iglesia Católica al que no le importa la salud espiritual de las almas, solo le importan las ganancias materiales que pueda llegar a obtener. Al mal pastor, le da lo mismo si sus ovejas adoran a la Santa Muerte, al Gauchito Gil, a la Difunta Correa; le da lo mismo si usan la cinta roja para la envidia, o la mano de Fátima, o el árbol de la vida, o el ojo turco. Cuando el mal pastor detecta señales de la presencia del Ángel maligno, del Ángel caído, huye, dejando a las ovejas a su suerte, sin protegerlas con la Santa Cruz de Jesús. El Mal Pastor por excelencia es el Anticristo, el cual entrega a las ovejas al Lobo del Infierno; los otros malos pastores, son participantes de la malicia del Mal Pastor.

         El lobo representa al Lobo Infernal, el Demonio, Satanás o Lucifer, el Príncipe de las tinieblas, el Padre de la mentira, el cual quiere apoderarse de lo que no le pertenece, las ovejas, es decir, las almas. Todas las almas le pertenecen a Dios Trinidad, por ser Él quien las creó, las redimió y las santificó, pero el Demonio, en su soberbia, en su orgullo, en su extrema malicia, pretende que las almas sean suyas y por eso pide a sus seguidores que lo adoren, a cambio de cosas que él no puede dar, como salud, dinero, amor. Es un mentiroso y un “homicida desde el principio”, como dice Jesús, porque a las almas a las que él ataca y logra seducir, las hace caer en pecado mortal, muriendo así a la vida de la gracia. El Único que puede hacerle frente es el Buen Pastor, Jesucristo, quien se enfrenta con el Lobo del Infierno con su Santa Cruz y lo pone en fuga, alejándolo de las almas y esto lo hace a través de los sacramentos, de los sacramentales, de la fe y del amor que el alma tiene a Jesucristo.

         Las ovejas representan a las almas de los bautizados, a los fieles que pertenecen a la Iglesia Católica; quienes rezan, cumplen los Mandamientos de la Ley de Dios, cumplen los consejos evangélicos de Jesús, frecuentan los sacramentos, hacen adoración eucarística, asisten a Misa y reciben a Jesús Eucaristía en estado de gracia, son las almas que “conocen la voz” del Buen Pastor, saben quién es Jesús, lo reconocen en cuanto lo oyen y lo siguen. En cambio las ovejas o almas que no se alimentan de la Eucaristía, que no se confiesan, que no obran la misericordia, no saben quién es Jesús, no lo reconocen por su voz y no sabe dónde está. Las ovejas que son del Buen Pastor y no están todavía en el redil, son las almas de personas de buena voluntad que, por haber nacido en el seno de una secta, se encuentran en las sectas o falsas iglesias, pero en cuanto reciban la gracia de la conversión, dejarán las sectas para incorporarse a la Iglesia Católica; cuándo sucederá eso, solo Dios lo sabe.

         “Yo Soy el Buen Pastor”. Debemos preguntarnos qué clase de ovejas somos: si somos las ovejas o almas que conocen a la voz del Buen Pastor y lo siguen dondequiera que vaya, o si somos ovejas que andamos descarriadas, que no escuchamos las advertencias de peligro del Buen Pastor, que nos previene de las ocasiones de pecado e igualmente caemos en él, siendo luego fáciles presas del Lobo Infernal. Pidamos a la Buena Pastora, la Virgen María, de reconocer siempre la voz del Buen Pastor, Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía, para que nunca nos apartemos del rebaño pequeño y fiel aquí en la tierra, para que luego adoremos al Cordero por la eternidad en los cielos.


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