(Domingo V – TP - Ciclo B – 2024)
“Yo Soy
la Vid, ustedes los sarmientos”. Jesús utiliza la imagen de una vid para
describirse a Sí mismo, pero no solo a Él, sino también a su Iglesia, a quienes
forman parte de su Iglesia, porque los sarmientos, que están unidos a la vid y
del cual se forma el fruto que es la uva, son los bautizados. Ahora bien, entre
los sarmientos, Jesús describe dos tipos de sarmientos: los que están unidos a
la vid, es decir, a Él y los que no lo están, los que están separados de Él. Los
sarmientos unidos a la vid dan mucho fruto, mientras que los sarmientos que se
separan de la vid, al quedarse sin la linfa, se secan y solo sirven para ser
quemados.
Para poder
interpretar el sentido espiritual y sobrenatural de la imagen, es necesario recordar
brevemente lo que sucede entre la vid y los sarmientos: la vid, que forma el centro
y núcleo de la planta, posee en su interior un líquido vital, llamado “savia”, el
cual llega a los sarmientos cuando estos están injertados a la vid; por medio
de la linfa, los sarmientos se nutren y así adquieren la capacidad de dar fruto,
que en el caso de la vid es, obviamente, el racimo de uvas. Unos sarmientos darán
racimos más grandes y otros más pequeños, unos darán uvas más dulces y otros
agrias. Cuando el sarmiento pierde la savia por alguna razón, pierde
inmediatamente no solo la capacidad de producir frutos, sino que él mismo pierde
vitalidad: se seca y termina por desprenderse de la vid, sirviendo solo para
hacer fuego con él.
Una vez que hemos recordado lo que sucede entre la vid
y los sarmientos, podemos hacer la analogía de Jesús como vid y de los bautizados
como sarmientos, para así poder captar el sentido espiritual y sobrenatural de
la parábola de Jesús como “Vid verdadera”. Lo que debemos considerar, en primer
lugar, es quién Es Jesús y qué es lo que Él nos comunica y a través de qué: lo
que la Iglesia Católica, a través del Magisterio, de la Tradición y de la
Sagrada Escritura nos enseña, es que Jesús es Dios, es la Persona Segunda de la
Trinidad, el Hijo de Dios encarnado en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth.
Esto, que parecería algo que no tiene nada que ver con la parábola, es el
corazón de la parábola y sin esta verdad, no la podemos entender. Al ser Dios
Hijo, Jesús, como Vid verdadera nos comunica su vida eterna, como la vid
comunica a los sarmientos la savia y la comunicación de la Vida eterna la hace
a través de los sacramentos, así como la vid comunica la savia a los sarmientos
cuando estos están injertados a la vid. El sarmiento, o el alma, que está unido
a la Vid verdadera, Jesucristo, por medio de los sacramentos -sobre todo,
Confesión y Eucaristía-, recibe de Jesucristo la savia vital que brota de su
Ser divino trinitario, la vida eterna de la Trinidad; el sarmiento que por voluntad
propia se desprende de la vid -esto sucede cuando el alma comete un pecado
mortal y cuando se aleja por años de la Confesión y de la Comunión-, deja de
recibir la vida eterna, comunicada por la gracia santificante que dan los
sacramentos y así el alma o el sarmiento, pierde la vida de la gracia y se encuentra
en estado de pecado mortal, en estado de eterna condenación.
La unión con Jesucristo, Vid verdadera, es realmente
vital en el pleno sentido de la palabra: cuanto más unido está el sarmiento o
el alma a Cristo por los sacramentos, tanta más gracia santificante recibe y
tanta más vida eterna posee y está en grado de producir muchos frutos de
santidad, así como el sarmiento firmemente unido a la vid, produce ramos de uva
abundantes y exquisitos. Por el contrario, el sarmiento que se desprende
voluntariamente de la Vid eterna, Jesucristo, y muere en ese estado de
separación, solo sirve para ser quemado y este “ser quemado” es, más allá de la
simbología de la imagen, la eterna condenación en el Infierno, en donde el alma
y el cuerpo son quemados por toda la eternidad por el fuego del Infierno, el cual
no se apaga nunca. A esta realidad tenebrosa es a la que se refiere Jesús cuando
dice: “El que no permanece en Mí, es como el sarmiento que se tira y se seca;
después se recoge, se arroja al fuego y arde”. Ese “arder” está en tiempo
presente, como indicando un estado permanente y eso es el Infierno.
“Yo Soy la Vid, ustedes los sarmientos”. Si queremos
vivir unidos a Cristo en la eternidad, vivamos en esta vida unidos a la Vid
verdadera por medio de la fe, el amor y los sacramentos.
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