jueves, 25 de octubre de 2012

“¡Hipócritas! Sabéis reconocer el tiempo climatológico pero no reconocéis el tiempo de Dios"



“¡Hipócritas! Sabéis reconocer el tiempo climatológico, pero no sabéis reconocer el tiempo de Dios” (cfr. Lc 12, 49-56). Jesús hace una dura recriminación, llamando nada menos que “hipócritas” a quienes saben reconocer el tiempo climatológico (en griego, “chronos") y puede predecir el cambio de estaciones y la presencia o ausencia de lluvias, pero no saben reconocer el tiempo de Dios, el tiempo de la salvación (en griego “kairós").
Jesús se queja y acusa de falsos –ese es el significado de “hipócrita”-, a quien es capaz de reconocer el tiempo cronológico o “chronos” –la medida del movimiento del ser-, pero no sabe –o más bien no quiere- reconocer el “tiempo de Dios”, o “kairós”, es decir, el tiempo histórico-salvífico en el que Dios interviene, por medio de la Persona divina del Hijo.
El tiempo histórico-salvífico de Dios alcanza su plenitud con la Encarnación del Verbo; es histórico, porque fue un hecho que sucedió en el tiempo y en el espacio, y es salvífico, porque a partir del ingreso del Ser eterno del Hijo de Dios en la historia humana, todo el tiempo y toda la historia humana adquieren un nuevo sentido vertical, coincidiendo en su vértice o finalización en el inicio de la eternidad. Pero antes de que suceda el fin del tiempo, es decir, antes del Día del Juicio Final, en donde el tiempo cronológico finalizará, para dar lugar al inicio de la eternidad, antes de esto, ya el tiempo cronológico “normal” o “habitual”, en el que vive el hombre, está impregnado y atravesado por esa eternidad. Es decir, cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día vivido por el hombre en esta tierra, participa de la eternidad del Ser divino. Es por esto que las elecciones del hombre, realizadas en el tiempo, quedan fijadas para la eternidad, tanto en el bien como en el mal. Todo tiempo humano, desde la Encarnación del Verbo, es “tiempo de Dios”, y como cristianos estamos obligados a reconocerlo, so pena de ser calificados como “hipócritas” por el mismo Jesús en Persona. Que el tiempo humano sea “kairós”, quiere decir que el hombre debe pensar, querer y actuar según el designio salvífico de Dios, es decir, debe considerar a esta vida como una antesala de la eternidad, y que sus actos lo conducirán a una eternidad de felicidad o de dolor, según su bondad o maldad.
Cuando el hombre no obra de esta manera, cuando no puede o más bien no quiere reconocer que su tiempo, su vida, su existencia personal es “kairós”, tiempo histórico-salvífico, inevitablemente comienza a vivir un tiempo no-salvífico, en el que se aleja de la bienaventuranza eterna en cada segundo vivido. Un ejemplo clarísimo de este tiempo no-salvífico –y por lo tanto, hipócrita, porque si es no-salvífico es porque no se quiso reconocer el tiempo de Dios-, es el de la moderna civilización humana actual, que invirtiéndolo todo, llama malo a lo bueno y bueno a lo malo: llama “derecho de la mujer sobre su cuerpo”, al asesinato del niño por nacer; llama “diversión adolescente” al embriagarse de la juventud en las llamadas “previas”; llama “entretenimiento familiar” a la sustitución de la oración en familia por la televisión y el internet; llama “proceso de maduración sexual” a la pornografía; llama “día de descanso de las fatigas de la semana”, al Día del Señor resucitado, el Domingo; llama “convivencia afectiva de novios”, a las relaciones prematrimoniales fornicarias; llama “inocente diversión para niños” a las fiestas de origen satánico como Halloween o a películas que enseñan la magia y la brujería, como la saga de Harry Potter.
Debemos ser precavidos, porque si no queremos llamar bueno a lo bueno y malo a lo malo, y nos empecinamos por vivir un tiempo meramente cronológico, no solo no-salvífico, sino condenatorio, también a nosotros nos llamará Jesús “hipócritas”, pero ya será muy tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario