“Mujer, estás curada de tu enfermedad” (Lc
13, 10-17). El Evangelista Lucas describe en la mujer dos estados: la
enfermedad y la posesión, siendo la enfermedad causada por la posesión.
La
negación del demonio y su rechazo, constituyen una grave falta contra la fe,
puesto que si el demonio no existe, y por lo tanto no hay posesión, Jesús se
habría engañado a sí mismo, creyendo que expulsaba demonios cuando en realidad
no existían, o habría engañado a los demás, aprovechándose de su credulidad,
para ganar prestigio entre el pueblo. Por otra parte, si Jesús hubiera hecho
esto, no podría de ninguna manera ser Dios Hijo encarnado, la Segunda Persona
de la Santísima Trinidad, engendrada eternamente en el seno de Dios Padre y
concebida en el seno virgen de María Santísima, por obra del Espíritu Santo.
Como
se ve, la negación del demonio tiene por finalidad atacar, debilitar y suprimir el
dogma de fe acerca de Jesús de Nazareth, Hombre-Dios: si el demonio no existe,
entonces todo lo que Jesús hizo y dijo respecto del ángel caído, es falso, y si
todo es falso, entonces Jesús no es Dios, puesto que Dios, por esencia y por
definición, no puede mentir.
El
episodio del Evangelio, en el que Jesús cura a la mujer porque antes expulsa al
demonio, aunque no esté relatado –también podría haber sucedido que primero la
hubiera curado y luego fuera expulsado el demonio que la poseía-, confirma la
fe de la Iglesia acerca de la constitución íntima de Jesús de Nazareth: Él es
Dios Hijo encarnado.
Pero
también confirma otra verdad, la de que el hombre estará, hasta el fin de los
tiempos, y auxiliado por Jesús y María, en lucha contra las “potestades
malignas de los cielos” (cfr. Ef 6,
12). Esto se hace patente cuando el espíritu maligno que poseía a la mujer, al
ser expulsado de su cuerpo, posee los corazones y las mentes de los fariseos,
los religiosos del tiempo de Jesús, que increpan a Jesús por curar a la mujer
en sábado.
Para
detectar a un endemoniado, o al menos a alguien bajo el influjo directo del
ángel caído, no hace falta ver las consecuencias físicas que el demonio provoca
en los cuerpos que posee, ni tampoco hace falta ver al demonio poseyéndolo:
sólo es necesario comprobar la dureza de corazón del falso religioso, el
fariseo, cuya dureza de corazón está producida por este ser tenebroso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario