martes, 2 de octubre de 2012

“El que pone la mano en el arado y mira para atrás no sirve para el Reino de Dios”



“El que pone la mano en el arado y mira para atrás no sirve para el Reino de Dios” (Lc 9, 57-62). Con el ejemplo de un mal agricultor que, decidiéndose a arar su campo, y puesto en la tarea, en vez de mirar hacia adelante, mira hacia atrás, Jesús ejemplifica el caso de los malos cristianos, de aquellos cristianos que “no sirven” para el Reino de Dios.
¿Por qué dice Jesús que “el que pone la mano en el arado y mira para atrás no sirve para el Reino de Dios”? Porque la “mirada hacia atrás” no es nunca inocente ni neutral; es una mirada torva, cargada de malicia y de rencor, hacia sucesos y personas del pasado, cuando no a uno mismo; es una mirada que ensombrece el corazón y lo llena de deseos contrarios al querer de Dios.
“La mirada hacia atrás” implica, en cierta medida, una regresión al “hombre viejo” con sus atracciones sobre lo carnal y lo mundano.
Por el contrario, el cristiano debe empuñar el arado, alzar la frente y dirigir la mirada hacia adelante y hacia lo alto, contemplando la Cruz y la Eucaristía; el cristiano debe mirar el Sepulcro de la Resurrección y la gloria de los cielos, que es su destino final, al que está llamado, y de ninguna manera debe volver la vista atrás.
De esta manera, fijando la vista en el crucifijo y la Eucaristía, su corazón se llenará de luz, de paz, de gracia y de amor, quedando todo lo pasado, junto con el hombre viejo, en el olvido.
Sólo así, con la mirada luminosa de la gracia, será útil en el Reino de Dios, sembrando la Palabra en los surcos, los corazones de sus prójimos, para que lo sembrado germine y fructifique, en la espera de la Gran Cosecha Final.

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