(Domingo XXVIII – TO – Ciclo B – 2012)
“Es más
fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el
Reino de los cielos (…) Pero lo que es imposible para los hombres, es posible
para Dios” (Mc 10, 17-30). Para entender la parábola, hay que tener en cuenta que el “ojo
de una aguja” de la cual habla Jesús, era una puerta pequeña, ubicada a los
costados de la muralla que rodeaba Jerusalén, por el cual entraban las ovejas.
Como es de esperar, estas puertas eran bajas y estrechas, adecuadas para el paso
de un animal del tamaño de la oveja, y no estaban hechas para permitir el paso de
animales de porte más grande, como el camello.
Además, los camellos,
animales de transporte de carga, llevaban grandes bultos en sus lomos, lo cual
hacía todavía más dificultoso, hasta volverlo imposible, el paso por la puerta
de las ovejas. Esto es lo que explica la advertencia de Jesús: “Es más fácil
que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de
los cielos”.
La analogía que hace Jesús,
es entonces entre un camello cargado de mercaderías y riquezas, que no puede
entrar en Jerusalén, con un rico, tanto de bienes materiales como espirituales,
que no puede entrar en la
Jerusalén celestial, es decir, en el cielo.
El otro elemento, que se da
por supuesto, pero que entra igualmente en la parábola, de modo prácticamente
inadvertido, es el otro animal, la oveja: quien sí entra en Jerusalén, es la
oveja, la cual en relación al camello es pequeña, está desprovista de toda
carga, y la puerta está hecha a su medida. Es la figura del creyente, es decir,
de aquel que, por medio de la fe en Jesucristo como Hombre-Dios, entra por la Puerta del cielo, el
Sagrado Corazón de Jesús, libre de toda carga que le impida esa entrada, carga
que pueden ser bienes materiales, como bienes espirituales negativos como la
soberbia, la codicia, la avaricia.
La oveja, es decir, el fiel
creyente, puede entrar en la
Jerusalén celestial, en el Reino de los cielos, porque no
tiene los impedimentos físicos y espirituales del camello, de aquel que, por
libre decisión, eligió no creer, no esperar, no adorar, no amar al Dios del
sagrario, y por lo tanto, no obró la misericordia, y está incapacitado para
entrar al Reino de Dios.
El camello, el animal de
gran porte, cargado con numerosas y valiosas mercancías, al llegar a la puerta
de las ovejas, se ve imposibilitado de pasar por su gran altura y por el exceso
de tamaño que implican las mercaderías. En estas mercaderías, impedimento para
la salvación eterna, están representados los bienes materiales, como dinero,
propiedades, objetos, vehículos, oro, plata, y tantas otras cosas más a los que
el humano, guiado por las apariencias, les da un gran valor, pero que a la hora
de pasar de este mundo al otro, no valen absolutamente nada. Y este es otro
aspecto que se debe considerar en la figura del camello: la mercadería que
lleva, es abundante, y considerada muy valiosa, pero ese valor está
sobredimensionado, porque todas estas cosas poseen valor solo para este mundo,
pero para el otro no valen nada, puesto que nada se lleva el hombre de este
mundo al otro. Este hecho ayuda a relativizar el valor de los bienes
materiales, y a darles su verdadera dimensión: los bienes materiales son
valiosos en tanto y en cuanto son donados a quien más los necesita; sólo de
esta manera, los bienes materiales y las riquezas terrenas dejan de ser un
impedimento o un obstáculo, para convertirse en una verdadera puerta abierta al
cielo.
Pero quitados los bienes
materiales, al ser donados al prójimo más necesitado, queda todavía otro
impedimento para ingresar a los cielos: el camello, al quitársele la carga, es
todavía muy alto, y no puede pasar por la puerta de las ovejas, que es de baja
altura. En esta altura elevada del camello, está representada la soberbia del
hombre, que le impide entrar en comunión con Dios, pero de igual manera a como
la solución para el camello es doblar sus rodillas, con lo cual su altura
disminuye y así la puede ingresar en la ciudad, así también la solución para el
soberbio, es arrodillarse, en espíritu y en cuerpo, delante de Dios
crucificado, y así, humillado ante Él, reconociendo la inmensa majestad de Dios
Trino, reconociendo su infinito amor, que lo ha llevado a morir de muerte
humillante, el hombre es elevado a las alturas inimaginables de la comunión de
vida y de amor con Dios Trinidad.
“Es más fácil que un camello
pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos”. Así
como es imposible el ingreso en la ciudad de Jerusalén, de un camello cargado
con mercancías, a través de la puerta de las ovejas, así también es imposible
el ingreso en los cielos del soberbio y del que está cargado de bienes
materiales; pero así como el camello puede pasar al despojarse de su carga y al
arrodillarse con sus patas, así también el hombre puede entrar a la Jerusalén celestial por la Puerta de las ovejas,
Cristo Jesús, si arrodillado ante la
Cruz besa, con amor y piedad, las heridas de sus pies
crucificados.
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