domingo, 21 de octubre de 2012

“Insensato, ¿para qué acumulas bienes, si esta noche vas a morir?”



“Insensato, ¿para qué acumulas bienes, si esta noche vas a morir?” (cfr. Lc 12, 13-21). Con la parábola de un hombre que acumula bienes materiales en exceso, pensando que habrá de vivir para siempre, pero sin pensar que esa misma noche va a morir, Jesús nos muestra la actitud verdaderamente inconsciente del hombre que no medita en las postrimerías.
Al quitar de su horizonte existencial el destino de eternidad al cual está llamado desde el momento mismo de su creación, el hombre reduce automáticamente su perspectiva existencial a esta vida terrena y material. A partir de entonces, para él no habrá otra cosa que lo que lo perciban sus sentidos, y como sus sentidos captan sólo el mundo material y sensible, para él la vida humana se reducirá, indefectiblemente, a lo material y sensible, dedicando en consecuencia todos sus esfuerzos a hacer su vida terrena lo más placentera posible, ya que esto es lo que piden los sentidos.
Este modo de ver no es inocuo, porque si no existe un Dios más allá de la muerte, que premie a los buenos y castigue a los malos, entonces todo en esta vida está permitido, y el único sentido de la existencia del hombre es la acumulación de bienes materiales y el disfrute sensual de los mismos.
Pero este modo de ver constituye un gravísimo error, ya que el hombre está llamado a un destino de eternidad, cuya antesala, brevísima en términos de tiempo, es esta vida terrena. Es por esto que Santa Teresa decía que esta vida es “una mala noche en una mala posada”: así como la noche es breve, y luego de ella amanece y sale el sol, inaugurando el nuevo día, así también esta vida es breve, brevísima, y luego de la misma, amanece el Día sin tiempo, la eternidad, que por definición no finaliza nunca.
Ahora bien, esa eternidad puede ser de gozo o de dolor, porque Dios da a cada uno según sus obras: a los buenos les da alegría eterna, a los malos, dolor sin fin, eterno. Por lo tanto, no es en vano el consejo de la Sagrada Escritura: “Piensa en las postrimerías y no pecarás jamás” (Ecl 7, 40); trasladado a la parábola del Evangelio, podría quedar así: “Piensa en la eternidad, adonde nada material te llevarás, sino solo tus buenas obras, y así no acumularás bienes que no te harán entrar en el Reino de los cielos”.
En esta parábola se ve la paradoja del Evangelio: para ser rico en los cielos, hay que ser pobre en esta vida.

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