lunes, 8 de octubre de 2012

“María eligió la mejor parte y no le será quitada”



“María eligió la mejor parte y no le será quitada” (Lc 10, 38-42). Jesús va a casa de sus amigos Marta, María y Lázaro. A su llegada, se registran dos modos distintos de reacción en las hermanas: mientras María se queda a sus pies, contemplándolo, Marta se esmera por los “quehaceres de la casa”. Es decir, mientras Marta, frente a la presencia de Jesús, lo deja de lado para poner en orden la casa y atender a los peregrinos, María, olvidándose de todo eso, se arrodilla a los pies de Jesús, para contemplarlo en la quietud.
Las hermanas pueden representar a la vida apostólica, simbolizada en Marta, y a la vida contemplativa, simbolizada en María: mientras la vida apostólica se caracteriza por la acción y la realización de obras exteriores de apostolado, la vida contemplativa, por el contrario, reduce al mínimo estas actividades, para concentrarse en la oración y en la meditación. Las dos hermanas pueden reflejar  también a una misma alma, en dos momentos de su relación con Jesús: en sus ocupaciones diarias –Marta- o en sus oraciones –María-.
Una tercera posibilidad de interpretación, es que el episodio de las dos hermanas, en la que a pesar de las buenas intenciones de Marta, la que recibe el elogio es María, es un alegato contra el activismo, ese afán desmedido por hacer obras apostólicas, una tras otra, sin descanso, pretendiendo abarcar todo lo posible. El activismo, en el fondo, es una herejía, puesto que se basa en el voluntarismo, el cual es, a su vez, una desconfianza en la gracia divina y una confianza exagerada e injustificada en las fuerzas humanas.
“María eligió la mejor parte y no le será quitada”. Con el elogio de la actitud contemplativa y silenciosa, humilde y ardiente de amor de María, Jesús nos quiere hacer ver que la oración tiene precedencia sobre la acción; la contemplación, sobre el obrar; el amor sobre el apostolado, y que sin oración, la contemplación y el amor, toda obra apostólica, aún aquellas mejores intencionadas, no son del agrado de Dios y a nada conducen.

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