lunes, 18 de febrero de 2013

“Cuando oren no hagan como los paganos”



“Cuando oren no hagan como los paganos” (Mt 6, 7-15). La oración del cristiano es diversa a la de los paganos porque es una oración que brota del corazón y no simplemente de los labios, y se dirige al Corazón, en este caso, de Dios. La novedad absoluta de la Revelación de Jesús es que Dios es Uno en naturaleza y Trino en Personas, de modo que la comunicación con Él, es decir, la oración, no puede ser nunca recitada de modo mecánico, como lo hacen los paganos, sino que debe ser dirigida a las Personas que hay en Dios.
         La oración pagana confía en obtener sus resultados por la mera repetición mecánica de las palabras, sin importar si se hacen o no con el corazón; todavía más, el pagano no pretende rezar con el corazón, desde el momento en que los dioses paganos –que en realidad son demonios- son ídolos mudos, sordos y ciegos, y jamás se establece una relación personal de amor con ellos. Por el contrario, en la oración cristiana lo primordial es el establecimiento de la relación personal del que reza con las Tres divinas Personas de la Trinidad; una relación que se basa en el amor y que por esto mismo espera obtener de Dios lo que se pide, puesto que el Dios al que se reza es “Amor”, tal como lo dice el Evangelista Juan: “Dios es Amor”. Si en la oración cristiana no está este componente esencial del amor, no puede decirse verdaderamente cristiana; si la oración es mecánica, hecha con los labios pero no con el corazón, entonces adquiere las características de la oración pagana, en donde el efecto se obtiene –o se pretende obtener- mágicamente por la repetición vacía de palabras huecas. Esto no quiere decir que la oración cristiana no tenga que tener un componente repetitivo, como por ejemplo sucede en el Rosario, en donde explícitamente se busca la repetición de las Avemarías. Lo que convierte a una oración en pagana, además de su fórmula, no es la repetición, sino la ausencia de amor a un Dios que es Uno y Trino en Personas.
         “Cuando oren no hagan como los paganos”.  Jesús nos enseña que para que la oración llegue a los oídos de Dios Trino, debe brotar del corazón, debe ser impulsada por el movimiento del amor dirigido a la Trinidad, y ese impulso de amor es el que hace mover los labios que pronuncian la oración. Y si esto es válido para toda oración, lo es entonces mucho más para la oración de Acción de gracias por excelencia, la Santa Misa, en donde se hace Presente en pleno la Santísima Trinidad, puesto que Dios Padre envía a su Hijo al altar, para que se quede en la Eucaristía, desde donde Dios Hijo enviará a Dios Espíritu Santo, al alma que comulga con fe y con amor.  

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