jueves, 28 de febrero de 2013

“Si no os convertís, todos vosotros pereceréis”



(Domingo III - TC - Ciclo C - 2013)
         “Si no os convertís, todos vosotros pereceréis” (cfr. Lc 13, 1-9). Jesús invita a la conversión con la parábola de la higuera que, a pesar de los cuidados del jardinero, no da frutos. Así como el dueño de la higuera se cansa de su infertilidad y decide cortarla, así también le sucederá al pueblo judío: Israel ha estado recibiendo la atención más esmerada por parte del Divino Jardinero, Jesús, que ha elegido a Israel para estar en medio de ellos, y los ha hecho destinatarios de los más grandes dones, y sin embargo, el pueblo judío no ha dado frutos de conversión. Jesús advierte, con la imagen de la higuera que está por ser derribada, la inminencia de un castigo, cuya probabilidad de realización se acentúa con el paso del tiempo y el endurecimiento de los corazones. Con la amenaza a la higuera de que será cortada porque no da fruto, Jesús advierte a los judíos que ya no van a tener más el privilegio de contar con el Mesías a su favor y serán humillados cuando vean a aquellos que han despreciado, los gentiles, recibir el Reino de Dios, mientras ellos serán excluidos. La advertencia es que deben dar frutos de conversión y de penitencia, antes de que sea demasiado tarde, porque cuando comience a ejecutarse la orden del Divino Jardinero, el hacha caerá sin piedad sobre la higuera, destrozándola sin compasión para luego ser arrojada al fuego.
         La totalidad de la parábola y de la enseñanza se aplican al Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica: la higuera representa a todos los bautizados, que han recibido, en comparación con los paganos, con los que no están bautizados, dones inmensos, impensables, inimaginables, dones que no han sido dados a ningún otro pueblo. Los bautizados están representados en la higuera que recibe el esmerado cuidado del Divino Jardinero, pero que no encuentra frutos adecuados al tiempo y cuidado empeñados.
         ¿Cuáles son los cuidados del Divino Jardinero para con los bautizados? ¿Cuáles son los dones que han recibido los católicos? Los dones que han recibido los católicos son los sacramentos, a través de los cuales se derrama la gracia divina, y estos dones que han recibido los católicos son múltiples, y uno más grande que otro: han recibido el bautismo sacramental, por medio del cual han sido convertidos en hijos adoptivos de Dios; sus cuerpos han sido convertidos en templos del Espíritu Santo y sus almas han sido convertidas en morada de la Santísima Trinidad; sin embargo, la inmensa mayoría ha despreciado este don maravilloso al vivir de modo mundano, profanando este templo con  imágenes, actos, pensamientos, deseos, impuros, o con deseos de venganza contra su prójimo, o con sentimientos malignos de enojo, resentimiento, odio, ira, llenando este templo, en vez de cantos de alabanza a Dios y de amor al prójimo, de horribles blasfemias y sacrilegios, convirtiendo así el templo del Espíritu Santo, que es el cuerpo, en babeante y maloliente cueva de Asmodeo, el demonio de la ira y de la lujuria; han recibido la Buena Noticia revelada por el Hijo de Dios, el Catecismo de Primera Comunión y el Catecismo de Confirmación, por medio de los cuales han aprendido que si obran la misericordia para con el prójimo recibirán el Reino de los cielos, y sin embargo, en vez de encarnar y vivir la Sabiduría divina enseñada en el Catecismo, idolatran a la razón humana, la ciencia sin fe, la razón sin fe, con lo cual han reemplazado el destino eterno en los cielos por un destino humano, horizontal, que no va más allá de la materia y que finaliza en la corrupción de la muerte; los católicos han recibido el Don de los dones, la Sagrada Comunión, el manjar de los ángeles, la Carne del Cordero asada en el fuego del Espíritu, el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, el Pan Vivo bajado del cielo, el Don que el Padre, movido por un Amor inefable e incomprensible, renueva en cada Santa Misa, depositando en el altar todo lo que tiene y todo lo que es, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de su Hijo Jesucristo, pero los católicos, en su inmensa mayoría, desprecian el Milagro de los milagros, la Eucaristía, para acudir en masa, sobre todo los domingos, a ver espectáculos deportivos –fútbol, rugby, carreras-, a pasear y a divertirse, cometiendo pecado mortal por no acudir a recibir a la Vida Increada que late de Amor en la Eucaristía; los católicos han recibido el don de la Confesión Sacramental, por medio del cual el alma que está en pecado mortal regresa a la vida; el alma que tiene pecados veniales se perfecciona porque se le quitan todos; el alma que sólo comete imperfecciones crece en la perfección; el alma que vive en la santidad se vuelve cada vez más santa, porque en la Confesión Sacramental el mismo Jesús en Persona, a través del sacerdote ministerial, derrama su Sangre sobre las almas, quitando toda mancha de pecado, convirtiendo el alma en morada de la Santísima Trinidad, y sin embargo, los católicos profanan este don, cada vez que no se confiesan, o si lo hacen, lo hacen con escasas o nulas disposiciones de conversión, con lo cual anulan los efectos de la gracia; muchos católicos son incapaces de confesar sus pecados a Dios, que por su Amor misericordioso se los perdonará, mientras son capaces de ventilarlos públicamente a los hombres, para que se conviertan en fuente de escándalo; los católicos han recibido el sacramento de la Confirmación, por medio del cual han recibido la fuerza misma del Hombre-Dios Jesucristo, fuerza que los hace capaces de dar testimonio público de Dios Trino y de su Iglesia, y sin embargo, un gran número de católicos se deja doblegar por los respetos humanos, no solo huyendo cobardemente de toda confrontación con los enemigos de la Iglesia "para no tener problemas" y así continuar con su vida cómoda, sino que muchos son como Judas Iscariote, porque permaneciendo en la Iglesia, se unen a los enemigos de la Iglesia y colaboran con ellos en su destrucción, cooperando en el mal de mil maneras distintas; los católicos han recibido el don del Sacramento del matrimonio, por medio del cual los esposos se convierten en imágenes vivientes de Cristo Esposo y de la Iglesia Esposa, contrayendo el deber de vivir el amor, la mutua fidelidad, la castidad conyugal, como medios para mostrar al mundo el misterio de la unión esponsal entre Cristo y la Iglesia, y sin embargo, la inmensa mayoría de los católicos, aprueban -no sólo de modo teórico, sino práctico, porque lo viven en carne propia- el divorcio civil, la infidelidad, el adulterio, el concubinato y todo tipo de familias alternativas, con lo cual se destruye de raíz el “gran misterio” que implica el sacramento del matrimonio, misterio por el cual el mundo debería ver en cada matrimonio católico una imagen viviente de las bodas celestiales entre Cristo y la Iglesia; los católicos han recibido el sacramento que es consuelo para los enfermos y los agonizantes, la Extremaunción o Unción de los enfermos, mediante el cual el alma se prepara mejor para el ingreso a la eternidad, al ser hecha partícipe de la gracia santificante, dando así sentido a la enfermedad, al dolor, a la muerte misma, porque el dolor ofrecido a Cristo crucificado hace participar de su Pasión y de su Redención, convirtiéndose así el enfermo que une sus dolores a Cristo en la Cruz y que recibe la gracia de la Extremaunción, en co-rredentor de sus hermanos, en un co-salvador de la humanidad, junto a Cristo Jesús y a la Virgen María, y sin embargo, los católicos no le encuentran sentido a este sacramento, porque no le encuentran sentido ni a la vida ni a la muerte, y mucho menos al dolor y al sufrimiento, y es así que una gran mayoría es favorable a la eutanasia y al aborto; los católicos han recibido el don del  Sacramento del Orden, por medio del cual un hombre, elegido por Dios no por sus méritos, sino precisamente a causa de su nulidad humana –habrían muchos más santos entre los sacerdotes, si Dios eligiera a los más capaces-, sacramento por el cual Dios Hijo viene en Persona a la tierra por la consagración eucarística y perdona los pecados por la confesión, además de otorgar su gracia santificante por medio de los otros sacramentos, y sin embargo los católicos, en su inmensa mayoría, tienen por poca cosa al sacerdocio, prefiriendo que sus hijos se dediquen a profesiones mundanas que, según su mundano modo de ver, da más prestigio y "status" social, y los jóvenes mismos ven al sacerdocio y a la vida consagrada como algo “triste”, “aburrido”, una vía para fracasados en el mundo que entran en la vida consagrada y en el seminario porque no les queda otro camino.
“Si no os convertís, todos vosotros pereceréis”. La advertencia de Jesús a los judíos es para nosotros: si no nos convertimos, si no dejamos de volcarnos al mundo, si no dejamos de despreciar a la Iglesia y a sus sacramentos, si no iniciamos el camino de la conversión, moriremos, pero no la muerte física, sino la muerte eterna. Para convertirnos, es decir, para iniciar el proceso de santificación que nos conducirá a la vida eterna –proceso consistente en el ayuno, la penitencia, la oración, las obras de misericordia, el amor y el perdón a los enemigos-, para eso está el tiempo de gracia que la Iglesia llama “Cuaresma”.

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