lunes, 18 de abril de 2011

Martes Santo

La posesión demoníaca de Judas Iscariote
en el momento de la comunión
en la Última Cena,
figura de los cristianos mundanos
que comulgan sin conciencia de lo que reciben,
y sin amor a Jesús Eucaristía.


“Uno de ustedes me va a entregar” (Jn 13, 21-33). En el transcurso de la Última Cena, horas antes de la cruz, Jesús anuncia que uno de los Apóstoles, uno de los que lo rodean, uno de los que ha compartido con Él tres años de actividad apostólica, uno de los que más cerca ha estado de Él, y que ha recibido de primera mano la Buena Noticia del Reino de Dios, del amor sobrenatural a Dios y al prójimo, habrá de traicionarlo, entregándolo a sus enemigos para que estos, por medio de un juicio inicuo, lo crucifiquen.

¡Cuánto dolor, cuánta tristeza, cuánta amargura, le provoca a Jesús la traición de Judas Iscariote! Jesús había depositado en él su confianza, le había brindado su amistad, le había permitido pasar horas y horas de enseñanza privilegiada al lado suyo, y Judas responde con una traición.

Judas Iscariote fue un privilegiado del amor divino; fue elegido entre cientos de miles, para ser discípulo, apóstol, amigo, sacerdote de Jesucristo, y por este solo hecho, recibió de Cristo una muestra de amor que excedió en mucho a la de muchos, y sin embargo, Judas lo traiciona. Prefiere la frialdad metálica de las treinta monedas de plata, a la compañía cálida del Corazón de Jesús; prefiere la compañía de los miembros del Sanedrín, aliados de las tinieblas, a la claridad de la Presencia del Hombre-Dios; prefiere la bajeza innoble de la traición, a la amistad clara y sincera con Jesús.

La causa del comportamiento artero y traicionero de Judas, es su corazón, que ha sido envuelto en tinieblas, pero no porque le hubiera faltado la asistencia o la compañía de Jesús, sino porque voluntariamente prefirió las tinieblas a la luz, y porque su corazón está envuelto en tinieblas es que, al comulgar, no recibe a Dios, sino a Satanás: “Cuando Judas tomó el bocado, entró en el él Satanás” (cfr. Jn 13, 27). La terrible consecuencia de la comunión con el Príncipe de las tinieblas la describe el evangelista más adelante: “(después de comulgar con el demonio) Judas salió. Afuera era de noche” (cfr. Jn 13, 30). El evangelista se refiere a la noche cosmológica, la que sobreviene al mundo cuando se oculta el astro sol, pero se refiere ante todo a las tinieblas infernales, en las cuales voluntariamente se interna Judas, al rechazar el luminoso Amor de Jesús. Se trata de una descripción clarísima de una posesión demoníaca, la posesión del alma de Judas por Satanás.

Lamentablemente, la historia se repite hoy, y es así como se han multiplicado los judas, que reciben a Cristo Eucaristía con un corazón totalmente envuelto en tinieblas, inclinado a las cosas del mundo, al dinero, al placer, al ocio, a la pereza, a todo género de vicios y de pecados; hoy son innumerables los cristianos que reciben la comunión sin saber lo que reciben, sin conciencia, sin arrepentimiento, sin disposición, y sobre todo, y en esto es en lo que más imitan estos modernos judas a Judas Iscariote, sin el amor necesario para encontrarse con Jesús.

En los modernos judas, tal vez no entre el demonio, como sí pasó efectivamente con Judas Iscariote, que quedó efectivamente poseído por el espíritu del mal, pero han pactado, en el interior y en secreto, con las tinieblas, y por eso, al momento de comulgar, no solo no reciben la luz de Cristo Eucaristía, sino que sus corazones se ven envueltos por una oscuridad que se vuelve, con cada comunión, más y más tenebrosa.

Esto es así, en la realidad, porque la dolorosa Pasión de Jesús permanece en estado actual frente a cada uno: aunque vivamos a dos mil años de distancia, lejos geográfica y temporalmente de lo sucedido hace dos mil años en Palestina, la Pasión, en el misterio de la divinidad de Cristo, es tan actual, que está frente a cada uno de nosotros, y es por este misterio que Cristo está frente a nosotros, siendo una y otra vez traicionado, humillado, insultado, golpeado, flagelado hasta casi morir.

Y nosotros, como cristianos tibios, sólo pensamos en pasarla bien en Semana Santa.

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