“Ellos,
después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que
habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo
encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de
inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y,
postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de
oro, incienso y mirra” (Mt 2, 9-11).
El Evangelista Mateo relata el modo por medio del cual los Magos de Oriente
llegaron al lugar donde estaba Jesús: fueron guiados por una estrella –podría
ser también una nova, un cometa, un meteorito-, cuyos movimientos son
descriptos por Mateo: “iba delante de ellos”, y luego, al llegar al lugar “se
detiene encima” del Pesebre.
Si bien
el Evangelio es muy claro en afirmar que la Estrella de Belén, la que guió a
los Magos hasta el lugar del Nacimiento, realizó un trayecto en el firmamento,
guiando a los Magos hasta “detenerse encima del lugar donde estaba el Niño”, las
interpretaciones de los teólogos católicos racionalistas, negadores de todo lo
sobrenatural, sostienen que en realidad no hubo ninguna estrella que hubiera
servido de guía a los Magos hacia el lugar del Nacimiento, y que en realidad el relato de Mateo es sólo
un lenguaje simbólico, mediante el cual quiere expresar que los paganos,
representados por los Magos de Oriente, y los judíos, representados por
Herodes, se unen en una misma fe, representada por la estrella, en Cristo
Jesús, el Niño del Pesebre.
Los
racionalistas se basan en hipótesis tendenciosas, que desde el inicio buscan
ensombrecer la fe de la Iglesia: sostienen que si los Magos venían desde el
sur, desde la región de Arabia, la estrella hizo primero un recorrido de sur a
norte, pero que luego, llegados a Jerusalén, la estrella los guió hasta Belén,
ubicada a 8 kilómetros al sur, con lo cual habría realizado el recorrido
inverso, de norte a sur. Además, sostienen que la estrella “cometió un error”
(sic): los guió a Jerusalén, y fue gracias a este error, que Herodes se enteró
del Nacimiento del Niño, con lo cual la estrella fue la responsable de la
matanza de los Inocentes, perpetrada por Herodes. Después de una reconstrucción
tan capciosa, concluyen que la estrella no pudo ser real, y que por lo tanto
era sólo simbólica.
Sin
embargo, la interpretación racionalista siembra más dudas, en vez de aclararlas,
puesto que no tiene en cuenta ciertos principios católicos para la
interpretación de las Escrituras. El primero, que los relatos son de hechos reales
y tienen que ser interpretados primero en un sentido literal, y luego, en un
sentido simbólico o metafórico, para determinar su relación con realidades
sobrenaturales. Teniendo en cuenta esto –sin lo cual no puede haber
interpretación verdaderamente “católica” de las Escrituras-, hubo entonces hubo
realmente una estrella -una nova, un cometa o un meteorito-, que guió
efectivamente a los Magos hasta el Niño, y esto es perfectamente posible, desde
el momento en que el Niño que nace es Dios Hijo en Persona, y Él puede, con su
omnipotencia divina, mover no sólo una estrella, sino al universo entero; otro
elemento que no puede dejarse de lado es que, si bien la estrella los guió a
Jerusalén, y recién después a Belén, no es en absoluto responsable de la
matanza de los Inocentes, porque Dios no es responsable de las decisiones
libres y personales de los hombres, en este caso, de Herodes, que es quien
manda asesinar a los niños menores de dos años. Y el hecho de que fuera primero
a Jerusalén y recién después a Belén, 8 kilómetros al sur de Jerusalén, bien
podría significar la oportunidad que Dios le concedía a Herodes para su propia
conversión, oportunidad que es desaprovechada por Herodes y convertida en ocasión
de muerte y asesinatos.
Ahora
bien, el rechazo de Herodes representa el rechazo del Pueblo Elegido, rechazo
ante el cual, se abren las puertas de la fe para los paganos, representados en
los Magos de Oriente, y eso explica el porqué de la Estrella, que primero va a
Jerusalén, y luego a Belén.
Como
en toda la Escritura, en el hecho real, histórico, hay una intencionalidad
divina, por la cual Dios quiere significar otra realidad, esta vez del plano
sobrenatural; en este caso, lo que podemos entrever en el pasaje, es que la
estrella representa a la Virgen María: así como la Estrella de Belén guía a los Magos al encuentro
del Niño del Pesebre, así la misma Virgen guía a la Iglesia toda, y a toda la
humanidad, al encuentro con Jesús, y si en el pasado la Estrella guió a los Magos al encuentro de Dios Hijo que, de Invisible que era, manifestó su gloria divina de una nueva
forma, apareciendo visiblemente con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su
Divinidad, en un Niño tendido en un Pesebre, ahora la Virgen guía a los hombres hacia su Hijo Jesús, que manifiesta esta misma
gloria, prolongando su Encarnación y apareciendo en medio de su Iglesia con su
Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, en la Eucaristía.
María
Santísima es la Estrella de la Mañana, es la Nueva Estrella de Belén, que nos guía a Jesús Eucaristía.
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