martes, 6 de enero de 2015

“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”


“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 4,12-17.23-25). ¿Qué es la conversión, pedida por Jesús? Para tener una idea de la conversión, la podemos graficar con la siguiente imagen, la del girasol. El girasol, cuando es de noche, se encuentra girado hacia la tierra, con su corola cerrada; sin embargo, al amanecer, a medida que comienzan a aparecer las primeras claridades de la madrugada, y cuando aparece la Aurora, la Estrella brillante de la mañana, que anuncia la llegada del astro sol, el girasol parece despertar de su letargo, y a medida que se incorpora desde la tierra hacia el firmamento, va abriendo su corola y desplegando sus pétalos; finalmente, cuando el sol hace su aparición en el cielo, el girasol ya se ha orientado hacia el sol, y cuando este se desplaza por el cielo, el girasol lo sigue, durante todo su recorrido. Con esta imagen del girasol, podemos entonces tratar de entender qué es la conversión pedida por Jesús en el Evangelio: para ello, hagamos la siguiente analogía: el corazón es el girasol; la noche, es decir, cuando el girasol está volcado hacia la tierra y con su corola y pétalos cerrados, es la ausencia de conversión, es decir, es el estado del alma en el que el hombre se encuentra atraído por las cosas bajas y terrenas, es cuando el hombre está dominado por la concupiscencia de la carne y por las atracciones del mundo, es cuando el hombre está inmerso en las “oscuras regiones de la muerte” espiritual, que es el pecado, y rodeado por las “tinieblas” vivientes, que son los ángeles caídos; el girasol, que en la noche está cerrado a la luz, representa al corazón del hombre no convertido; el amanecer, con sus primeras luces, y sobre todo la Estrella brillante de la mañana, la Aurora, que anuncia la llegada del astro sol, representa a la Virgen María, Mediadora de todas las gracias, cuya presencia en el alma anticipa y prepara la Llegada de su Hijo Jesucristo, Sol de justicia; el astro sol, ante cuya presencia en el firmamento, el girasol despierta del letargo nocturno, levantándose desde la tierra, abriendo sus pétalos y dirigiéndose hacia el sol, para seguirlo en su recorrido por el cielo, representa a Jesucristo, el Hombre-Dios, Sol de justicia, que luego de ser preparada el alma por la acción de la Estrella Luciente de la mañana, la Virgen, resplandece en el centro del alma, convirtiendo al alma misma con su Presencia en algo más hermoso que el cielo, y así el alma, como el girasol, eleva su mirada hacia el radiante Sol, Jesús Eucaristía, que se entroniza en su corazón, como en un sagrado altar, para adorarlo, bendecirlo, amarlo, alabarlo y darle gracias, por su infinito y eterno Amor.

Así, con Jesús Eucaristía, Sol de justicia, entronizado en el corazón, se completa el proceso de conversión, y puesto que desde allí, este Divino Sol ilumina al alma, así como el sol ilumina al girasol desde el firmamento azul, se cumple la Escritura que dice: “El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz”. 

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