viernes, 16 de enero de 2015

“Maestro, ¿dónde vives? ‘Vengan y lo verán’”


(Domingo II - TO - Ciclo B – 2015)

         “Maestro, ¿dónde vives? ‘Vengan y lo verán’” (Jn 1, 35-42). Dos discípulos se encuentran hablando con Juan el Bautista; pasa Jesús, y Juan el Bautista dice: “Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír a Juan el Bautista decir que Jesús es “el Cordero de Dios”, siguen a Jesús; Jesús se da vuelta, les pregunta qué quieren, y ellos le dicen: “Maestro, ¿dónde vives?”. Jesús les contesta: “Vengan y lo verán”. Los discípulos van con Jesús y se quedan con Él. Luego, el Evangelio relata que “Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro”; después de estar con Jesús, Andrés va a buscar a su hermano Simón y al encontrarlo, Andrés le dice: “Hemos encontrado al Mesías”, y lo lleva a su vez a Jesús. Al llegar los hermanos, Jesús mira a Pedro y le dice: “Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas”, que traducido significa Pedro”.
         El Evangelio nos habla acerca del descubrimiento de Jesús en cuanto Mesías y Hombre-Dios, que hace Andrés: primero, escucha hablar de Él como “Cordero de Dios”, cuando Juan el Bautista lo ve pasar y, señalándolo, dice: “Éste es el Cordero de Dios”: en ese momento, la gracia actúa en Andrés, dándole el conocimiento y el amor sobrenaturales de Jesús en cuanto Mesías, en cuanto Hombre-Dios, en cuanto Redentor, en cuanto Cordero de Dios, y no en cuanto el mero "hijo del carpintero"; luego, cuando ya la gracia ha actuado en él y ha puesto en su corazón el deseo de conocer y amar más a Jesús, le pregunta dónde vive, porque quiere conocerlo y amarlo cada vez más: ya no le basta con simplemente verlo pasar y saber que es “el Cordero de Dios”: ahora, en su corazón, arde el deseo de una mayor intimidad con el Mesías, con el Cordero de Dios, y es por este motivo que va detrás de Jesús para preguntarle dónde vive; luego, cuando Jesús le dice: “Vengan y lo verán”, Andrés lo sigue y “se queda un día” con Jesús, significando con esta unidad de tiempo ya sea toda la vida o un período de aprendizaje perfecto (ya que el día completo puede simbolizar ambas cosas). Luego de estar un día con Jesús, recibiendo de Él sus enseñanzas y el Amor de Dios que Jesús, en cuanto Dios Encarnado comunica, Andrés, lleno de la Sabiduría y del Amor divinos que Jesús le ha transmitido, sale en busca de su hermano Simón –quien luego será “Pedro”, el Vicario de Cristo”-, y esto es lógico que así suceda, porque quien se acerca a Dios Encarnado, Jesús, se ve inflamado en su Amor y se ve colmado por su Divina Sabiduría y por lo tanto ve, con toda claridad, que no hay mayor felicidad para el hombre, en esta tierra, que conocer y amar a Dios, a través de su Mesías venido en la carne, Jesucristo, y sabe también, que no se puede acceder al Padre, sino es a través de este mismo Mesías; iluminado por este conocimiento divino y movido por el Fuego de Amor que se ha encendido por la comunión de vida y amor llevada con Jesús, el discípulo –en este caso, Andrés-, sale a buscar a sus hermanos, a sus prójimos, para que ellos también encuentren, conozcan y amen a Jesús, el Mesías, para que encontrándolo, conociéndolo y amándolo, salven sus almas. Es lo que hace Andrés con su hermano Simón: luego de conocer y amar a Jesús, va en busca de Simón, y le dice: “He encontrado al Mesías”, y lo lleva junto a Jesús, para que la dicha y la alegría que él tiene por haber conocido a Jesús, la tenga también su hermano Simón. El Evangelio nos relata, entonces, por un lado, el proceso de conversión del alma, que implica el conocimiento personal de Jesús y el amor a Jesús por parte del cristiano; por otro, nos relata el proceso de la misión, que conduce al cristiano convertido, es decir, al que conoce personalmente y ama a Jesús, porque ha tenido un encuentro personal con Jesús, a misionar, es decir, a llevar la Buena Noticia de la Presencia de Jesús en medio de los hombres; el cristiano que conoce y ama a Jesús, arde en deseos de darlo a conocer, porque ha quedado fascinado con la Presencia divina de Jesús y ha sido encendido en su Amor, y es este Amor de Dios, comunicado por Jesús, el que lo lleva a misionar, es decir, a comunicar a otros la Buena Noticia de la Presencia de Jesús en la Iglesia, en medio de nosotros; es este Amor, dado por Jesús en la intimidad de la oración y de la adoración eucarística, el que lleva al cristiano a comunicar a sus hermanos la Buena Noticia de la Eucaristía como el “Emmanuel”, el “Dios con nosotros”, que quiere dar a todos, sin reservas, el contenido de su Sagrado Corazón Eucarístico, su Amor eterno e infinito.

         Junto a Andrés, entonces, también nosotros le preguntamos a Jesús, desde lo más profundo de nuestro ser, para conocerlo y amarlo cada vez más, para luego darlo a conocer a nuestros hermanos: “Jesús, ¿dónde vives?”. Y Jesús nos contesta: “Ven conmigo, y lo verás: verás que Soy Dios, y como Dios, vivo en el seno eterno del Padre; ven conmigo, y verás que estoy vivo en el seno de la Iglesia, en el altar eucarístico, en la Santa Misa; ven conmigo y lo verás, verás que vivo en el sagrario, en el Santísimo Sacramento del altar, en la Eucaristía; ven conmigo y lo verás, ven a verme allí donde vivo, porque además de vivir en el seno de mi Padre, en la Eucaristía y en el sagrario, quiero vivir en tu corazón”.

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