Jesús llama a Simón, Andrés, Santiago y Juan
(Domingo
III - TO - Ciclo B – 2015)
“Mientras
iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés (…) Jesús
les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos
dejaron sus redes y lo siguieron” (Mc
1, 14-20). Jesús camina por la orilla del mar de Galilea; encuentra a Simón y a
Andrés, que están pescando, y les dice: “Síganme, y yo los haré pescadores de
hombres”. El Evangelio relata la prontitud y celeridad de la respuesta de los
hermanos llamados por Jesús: “Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo
siguieron”. “Inmediatamente”, dejan sus redes, y no sólo, sino toda su vida
anterior, para seguir a Jesús. Hacia el final del pasaje, sucederá lo mismo con
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. En efecto, dice el Evangelio: “Y avanzando
un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban
también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos,
dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron”.
Los hermanos Simón y Andrés, y los demás que fueron llamados
por Jesús ese día en el mar de Galilea, no podían ni siquiera imaginar, al
comenzar ese día, lo que habría de sucederles más tarde, y que cambiaría sus
vidas para siempre: el encuentro y el llamado de Jesús de Nazareth, y no podían
siquiera imaginar, porque de este encuentro con Jesús, no solo cambiaría para
siempre su ocupación, que de material pasaría a ser espiritual, porque se
dedicarían a salvar almas, sino que su destino eterno quedaría sellado para
siempre, porque a partir del encuentro con Jesús, sus vidas terrenas se unieron al
misterio pascual del Cordero, que por la cruz, los condujo a la felicidad de la
bienaventuranza eterna.
Es esta inmediatez e dejarlo todo, no solo lo que tenían entre manos, sino toda su vida anterior, para seguir a Jesús, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿qué vieron, qué fue lo que sintieron, qué fue lo que los hizo dejar literalmente todo, para seguir a Jesús? ¿Qué sucedió en sus almas, para que unos pobres e ignorantes pescadores, enfrascados en su tarea cotidiana, lo dejaran todo al instante, sin vacilar, para seguir a Jesús y terminar dando la vida por Él, convirtiéndose en los más grandes santos entre los santos? Si ellos eran simples pescadores, y por lo tanto, su nivel cultural y de instrucción general era escaso, ¿acaso podían saber qué significaba el ser “pescadores de hombres”, tal como les anuncia Jesús? ¿Qué vieron en Jesús, qué experimentaron en sus corazones, qué escucharon en lo más profundo de sus almas, al oír la voz de Jesús, para que estos pescadores dejaran todo al instante y lo siguieran hasta la muerte de cruz?
Es esta inmediatez e dejarlo todo, no solo lo que tenían entre manos, sino toda su vida anterior, para seguir a Jesús, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿qué vieron, qué fue lo que sintieron, qué fue lo que los hizo dejar literalmente todo, para seguir a Jesús? ¿Qué sucedió en sus almas, para que unos pobres e ignorantes pescadores, enfrascados en su tarea cotidiana, lo dejaran todo al instante, sin vacilar, para seguir a Jesús y terminar dando la vida por Él, convirtiéndose en los más grandes santos entre los santos? Si ellos eran simples pescadores, y por lo tanto, su nivel cultural y de instrucción general era escaso, ¿acaso podían saber qué significaba el ser “pescadores de hombres”, tal como les anuncia Jesús? ¿Qué vieron en Jesús, qué experimentaron en sus corazones, qué escucharon en lo más profundo de sus almas, al oír la voz de Jesús, para que estos pescadores dejaran todo al instante y lo siguieran hasta la muerte de cruz?
¿Qué fue lo que estos pescadores vieron en Jesús, para
seguirlo inmediatamente hasta la muerte de cruz? ¿Qué vieron estos pescadores
en el llamado de Jesús, un llamado que los conduciría, de las orillas del mar,
al cielo infinito, en donde ahora y por toda la eternidad, adoran al Cordero?
Vieron
lo que ven los santos en Jesús, iluminados por la luz del Espíritu Santo:
vieron en Jesús a Dios Hijo encarnado y escucharon en su voz humana, su voz
amorosísima, que es la voz de Dios; vieron en Jesús no al “carpientero , el hijo
de María y José” (cfr. Mc 6, 3), no
al “hijo del carpintero” (Mt 13, 55),
como lo llamaban en su pueblo, sino al Hijo del Eterno Padre que, encarnado en
una naturaleza humana, los llamaba con un llamado que no solo escuchaban con sus
oídos, sino ante todo con la vibración del alma, porque el que los llamaba era
el Amor de Dios encarnado, la Divina Misericordia personificada, que mediante
la voz humana de Jesús de Nazareth, hacía vibrar sus almas con la ternura del Amor
Divino, a la vez que las encendía en el Fuego del Espíritu Santo, y era este
Amor Divino, encendido en sus corazones por el solo hecho de escuchar y de ver
al Cordero de Dios, Jesús de Nazareth, lo que hizo que los pescadores de mar cambiaran
de oficio y aceptaran la misión de “pescar hombres”, es decir, de salvar almas
de la eterna condenación y de conducirlas a la eterna bienaventuranza, no ya en
sus barcas de madera, sino en la Barca Divina, la Nueva Arca de la Alianza, la
Iglesia Santa del Cordero.
“Mientras
iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés (…) Jesús
les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. También a nosotros
nos dice hoy, Jesús, desde la Eucaristía: “Síganme, en el cumplimiento de la
Ley Nueva del Amor, y los haré pescadores de hombres; síganme, carguen su cruz
y vengan detrás de Mí por el Camino Real de la cruz, y les daré almas para
salvar de la eterna condenación; síganme, en la imitación de la bondad y
mansedumbre de mi Sagrado Corazón, y les daré corazones deseosos de amar a Dios
en el tiempo y adorarlo en la eternidad; síganme, con la cruz a cuestas, camino
del Calvario, y luego de un breve paso por la prueba, la humillación, la
negación y el sacrificio, dejarán esta vida terrena, para gozar de la eterna
felicidad en el seno de mi Padre; síganme, cristianos, los haré pescadores de
hombres y así salvarán sus almas y las de sus hermanos, y junto con ellos
podrán gozar de la felicidad sin fin en el Reino de los cielos”.
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