“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas, que
descuidan la justicia, la misericordia y la fidelidad!”. Jesús se queja de los
fariseos, que eran personas religiosas, y les reprocha que justamente ellos,
que son religiosos, se han olvidado de lo esencial de la religión: la justicia,
la misericordia y la fidelidad. La religión es la relación con Dios, que es Uno
y Trino, y así como sucede entre humanos que, cuando se quiere entablar una
relación de amistad, se debe tener valores en común –“lo semejante llama a lo semejante”-,
dice Aristóteles, así también con Dios, el hombre debe tener en común con Dios
aquello que distingue a Dios, que es la justicia, la misericordia y la
fidelidad. Dios es Justo, de lo contrario, si fuera in-justo, sería imperfecto
y por lo tanto dejaría de ser Dios, que es infinitamente perfecto; Dios es
misericordioso y, aún más, es la misericordia en Persona y fuente de toda
misericordia; Dios es fiel, porque la fidelidad es una característica de la
perfección del Ser divino trinitario. Por lo tanto, si el hombre quiere ser
religioso, es decir, si quiere establecer un diálogo de amor y una comunión de
vida con las Tres Divinas Personas, debe ser –o, al menos, tratar de ser-
justo, misericordioso y fiel. De lo contrario, es decir, si el hombre es
injusto, inmisericordioso e infiel, no puede entablar una relación religiosa
con Dios y, aunque se vista como religioso, aunque vaya al templo todos los
días, aunque lea la Palabra de Dios todos los días, sus actos de religión no le
valen de nada ante Dios, porque no son agradables a Dios.
“¡Ay de ustedes,
escribas y fariseos, hipócritas, que descuidan la justicia, la misericordia y
la fidelidad!”. Debemos tener en cuenta que el reproche de Jesús no se dirige a
ateos, es decir, a quienes no creen en Dios; no se dirige a quienes no
frecuentan el templo: se dirige a hombres religiosos, los fariseos, que están
en el templo todo el día, pero que a pesar de eso, se han olvidado –han dejado
de lado- lo que, por estar en el templo, deberían tener en primer lugar: la
justicia, la misericordia y la fidelidad. Siendo religiosos, se han vuelto
injustos, carentes de misericordia, e infieles a Dios, porque lo han abandonado
por el culto de sí mismos.
“¡Ay de ustedes,
escribas y fariseos, hipócritas, que descuidan la justicia, la misericordia y
la fidelidad!”. Jesús califica duramente a los fariseos, llamándolos
“hipócritas”, pero no debemos creer que ese reproche se limita solo a ellos,
porque como cristianos, formamos el Nuevo Pueblo Elegido, y si no somos justos,
misericordiosos y fieles a Dios, también a nosotros nos cabe el mismo reproche
y la misma advertencia de Jesús: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos,
hipócritas, que descuidan la justicia, la misericordia y la fidelidad!”. Para
que Jesús no nos tenga que reprochar como a los fariseos, tenemos que procurar
ser justos –es una injusticia, por ejemplo, que un cristiano ame más al dinero
que a Dios-, misericordiosos –practicando las obras de misericordia que nos
indica la Iglesia- y fieles –sobre todo a Dios, no abandonando la Misa
dominical por las distracciones mundanas-.
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