“El
Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas
al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes” (Mt 25, 1-13). Jesús compara al Reino de
los cielos con un esposo que viene de sus bodas nupciales, ya entrada la noche,
y cuando llega, es recibido sólo por cinco de las diez vírgenes, porque son las
únicas que tienen aceite para alumbrarse en la noche y ver cuando el esposo
llegue; una vez que llega, el esposo entra en la casa con las vírgenes
prudentes, mientras que a las necias las deja afuera. Una vez más, aquí tenemos
que ver, en esta parábola de Jesús, cuáles son las realidades sobrenaturales
representadas en la misma. El Esposo que regresa ya entrada la noche es
Jesucristo, que es llamado “Esposo” de la Iglesia Esposa y, por la Encarnación
del Verbo con la humanidad, Esposo de las almas; la noche, representa el estado
del mundo y de las almas al momento del regreso de Jesús para el Día del Juicio
Final: la noche representa la ausencia de fe en las almas, y es por eso que
Jesús pregunta: “Cuando regrese el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la
tierra?”; se está refiriendo a un estado de ateísmo generalizado en la
humanidad, que habrá suplantado a Dios por el hombre en su corazón; las
vírgenes representan a las almas; las lámparas con aceite y con llama encendida
por la mecha, significan a las almas en estado de gracia santificante –el aceite-;
con su humanidad casta y pura, que es la mecha limpia que con su pureza permite
la circulación del aceite para luego inflamarse con el fuego; y con la luz de
la fe –que es lo que significa la llama de la lámpara-; la casa en donde entra
el Esposo con las vírgenes prudentes, significa la Casa del Padre, el Reino de
los cielos, y el ambiente de fiesta y alegría pura que se vive en ella,
significa la alegría que experimentan los bienaventurados en el cielo por la
contemplación de Dios Trino y el Cordero. A su vez, las vírgenes necias, que no
tienen aceite porque, por pereza, se durmieron y no fuero a “proveerse de
aceite”, significan las almas que, por pereza espiritual, descuidaron el estado
de sus almas y, cayendo en el sopor de la indiferencia, fueron cometiendo
pecado venial tras pecado venial, hasta el pecado mortal, que es lo que significa
las lámparas sin aceite, porque el alma no tiene la gracia y tampoco la ilumina
la luz de la fe; el hecho de que la “puerta se cierra”, quedándose ellas afuera
de la sala nupcial, significan las almas que, al morir en pecado mortal, quedan
irremediablemente afuera del Reino de Dios.
Nuevamente,
Jesús nos advierte: “Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora”. Seamos
como las vírgenes prudentes, es decir, que nuestras almas estén llenas con el
aceite de la gracia y que la luz de la fe en Cristo Jesús nos ilumine en las
siniestras tinieblas en las que el mundo sin Dios se ha sumergido, para que
cuando llegue el Esposo, Nuestro Señor Jesucristo, salgamos a su encuentro y
seamos llevados al salón nupcial, el Reino de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario