“No
temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres” (Lc 5, 1-11). En este Evangelio se relata una de las pescas
milagrosas realizadas por Jesús. Notemos el siguiente detalle: Pedro y los
demás pescadores han estado tratando de pescar, infructuosamente, toda la noche,
pero cuando Jesús se lo ordena, sacan una gran cantidad de peces. ¿Qué
significa este milagro? Para saberlo, tengamos en cuenta que, al igual que
sucede con las parábolas, en este caso, también cada elemento del milagro, se
refiere a una realidad sobrenatural.
Jesús
es el Hombre-Dios y, como tal, sube a la barca de Pedro, es decir, no sube a la
otra barca, sino a la de Pedro, porque esta barca es la Iglesia, la barca del
Vicario de Cristo, el Papa; el mar representa el mundo y la historia humana; los
peces son los hombres; la noche, en la que han pescado infructuosamente, representa
a una Iglesia sin Cristo y, al no estar Cristo, Luz del mundo y Luz eterna de
Luz eterna, trabaja a oscuras, con las solas fuerzas humanas de sus
integrantes, sin lograr ningún fruto, y es por eso que las redes, al final de
la noche, están vacías; Jesucristo que sube a la barca de Pedro significa que
es Él quien, con su Espíritu, gobierna la Iglesia; el día, iluminado por la luz
del sol, y es el tiempo en el que se realiza el milagro, representa la gracia
de Jesús, Sol de justicia y Gracia Increada, Fuente de toda gracia participada,
por Quien el trabajo apostólico de la Iglesia, que busca salvar las almas,
tiene frutos y frutos abundantes.
El
milagro nos enseña, por lo tanto, que sin Jesucristo y su Espíritu, todo
nuestro trabajo apostólico es en vano, y es esto lo que representa la pesca infructuosa realizada por Pedro y los demás apóstoles; por el contrario, el trabajo apostólico
realizado bajo la guía del Hombre-Dios, supera todo cálculo humano. Por último,
Pedro y los demás apóstoles se postran ante Jesús luego del milagro, invadidos
por el santo temor de Dios, al descubrir, en Jesucristo, a Dios Hijo encarnado:
esto representa al alma que, iluminada por el Espíritu Santo, reconoce a Jesús
en la Eucaristía y se postra para adorarlo.
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