“Estén
prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor” (Mt 24, 42-51). Jesús nos presenta una
parábola en la que un señor, dueño de casa, regresa luego de un viaje de manera
imprevista y se encuentra con dos tipos de servidores distintos: uno bueno, que
al momento de la llegada de su señor lo está esperando y está trabajando, y uno
malo que, por el contrario, no solo no hace su trabajo, sino que se dedica a
comer y a beber y a comportarse mal. Para entender esta parábola, debemos tener
en cuenta que cada elemento de la parábola representa un elemento sobrenatural:
el “dueño de casa” no es otro que Él, Jesús, el Hombre-Dios que, como Él lo
dice, “vendrá a la hora menos pensada”, tanto a nuestra vida personal, como en
el final de la historia de la humanidad: “Estén preparados, porque el Hijo del
hombre vendrá a la hora menos pensada”; el premio dado al servidor fiel, es el
Reino de los cielos; el castigo al servidor malo y perezoso, es el infierno,
que es la realidad que designa la expresión usada por Jesús: “afuera (del
cielo), en donde habrá llanto y rechinar de dientes (ausencia de felicidad y
dolor)”; los servidores, que son dos, somos nosotros, pero el ser un “servidor
fiel y previsor”, a quien su señor “lo encuentra, al llegar, ocupado en su
trabajo” o ser un “servidor malo”, perezoso, glotón y ebrio, que golpea a los
demás, depende de cada uno de nosotros, de nuestras obras libremente
realizadas. Entonces, con la imagen de dos tipos de servidores distintos, Jesús
grafica tanto su Llegada a nuestras vidas personales, el día de nuestra muerte,
en el que recibiremos nuestro Juicio Particular, como al Día del Juicio Final,
en el que Él juzgará a toda la humanidad, para dar a cada uno lo que cada uno
se mereció libremente con sus obras, y es para estos encuentros, cara a cara,
persona a persona con Jesús, para lo que debemos prepararnos.
La
pregunta por lo tanto es: ¿de qué manera nos constituimos en “servidores fieles”,
para que cuando Jesús llegue, nos dé el premio de la vida eterna? Viviendo en
gracia, procurando obrar la misericordia, poniendo nuestros talentos al
servicio de la Iglesia para la salvación de las almas. Por el contrario, si no
nos preocupamos, ni por vivir en gracia, ni por obrar la misericordia, nos
convertimos en el servidor malo y perezoso, que queda fuera del banquete del
Reino.
“Estén
prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor”. Jesús nos
advierte para que estemos prevenidos, porque no sabemos cuándo será Su Llegada
a nuestra vida personal, cuando lo veremos cara a cara. Es para ese encuentro,
que debemos tener el corazón en gracia y con amor a Dios, y con las manos
llenas de obras de caridad.
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