jueves, 8 de septiembre de 2016

“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?



“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el mismo pozo?” (Lc 6, 39-42). La imagen de “un ciego que guía a otro ciego”, quienes terminan los por “caer en un pozo”, se puede aplicar a los intentos de la razón humana que, sin la iluminación divina, no puede penetrar los misterios absolutos de Dios, finalizando estos intentos en estrepitosos fracasos. Es notorio, por ejemplo, en los filósofos idealistas como Hegel, quienes, sin la guía de la Verdad revelada, terminan por atribuir al espíritu humano atributos que sólo pertenecen a Dios, y lo mismo se puede decir de cualquier filósofo o sistema filosófico que no tenga la luz de la Revelación por guía. La razón humana, si bien es comparada por Aristóteles con la luz, es sin embargo oscuridad cuando pretende penetrar los misterios absolutos de Dios, como la Trinidad y la Encarnación del Verbo. Pero no debemos pensar que la ceguera es propia sólo de filósofos alejados de la Verdad, como los filósofos ateos, existencialistas, marxistas; también pueden caer en esta ceguera los filósofos y teólogos católicos, que se comportan como ciegos al rechazar voluntariamente la luz del Magisterio y de la Tradición de la Iglesia, apartándose también de la filosofía aristotélico-tomista.
“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el mismo pozo?”. El Papa Juan Pablo II decía: “Los hombres de nuestro tiempo no solo piden que hablemos de Jesucristo, sino que en cierto modo se lo hagamos ver”[1]. Como católicos, debemos hacer ver a nuestros prójimos, con la luz de la fe, a Cristo Presente en la Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, pero solo lo lograremos si nosotros mismos respondemos a la gracia de desear ser iluminados por el Cordero de Dios Jesucristo, “Luz del mundo” y “Lámpara de la Jerusalén celestial” (cfr. Ap ).




[1] Nuovo Millennio Inneunte, 16.

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