“Mi
madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc 8, 19-21). Mientras Jesús está
predicando a una multitud, le avisan que la Virgen y sus primos lo buscan y no
pueden verlo precisamente a causa de la muchedumbre: “Tu madre y tus hermanos
están ahí afuera y quieren verte”. Con respecto a este pasaje, hay que notar
que la palabra “hermano” no significa, en hebreo, necesariamente, hermanos de
sangre, sino que se refiere también a otro grado de parentesco, como es el ser
primos. En el caso de Jesús, es verdad de fe que Jesús no tuvo hermanos
biológicos, puesto que su Madre, María, tiene el doble privilegio de ser Virgen
y Madre, y Él mismo es Hijo de Dios, habiendo sido concebido por obra del
Espíritu Santo y no por la naturaleza humana. Entonces, cuando le dicen a Jesús
que “su Madre y sus hermanos” lo están esperando, se refieren a la Madre de
Jesús, la Virgen, y a los primos de Jesús, y de ninguna manera, hacen
referencia a ningún hermano biológico, que Jesús no los tenía.
Continuando
con el Evangelio, en un primer momento, la respuesta de Jesús parece, si se la
considera superficialmente, como si estuviera dejando de lado a su familia
biológica, para reemplazarla por otra familia, porque dice que “su madre y sus
hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios”, lo cual da a entender que
esta es su familia y no la familia que está afuera.
Sin
embargo, no es esa la intención de Jesús: lo que hace es revelar que, a partir
de Él, existe una Nueva Familia, unida por los lazos del Divino Amor, el
Espíritu Santo, y no por los lazos biológicos o sanguíneos, y es la Familia de
los hijos de Dios, que tienen por Madre a la Virgen, por Padre a Dios y por
hermano a Jesús, y que, llevados por el Espíritu Santo, el Amor de Dios,
cumplen la Divina Voluntad en sus vidas. Es esto lo que Jesús quiere decir
cuando dice: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y
la practican”. Además, la Virgen es la Primera en cumplir de modo perfectísimo
la Voluntad de Dios, por lo que es Ella también la cabeza de esta Nueva Familia,
la Familia de los hijos de Dios, los bautizados en la Iglesia Católica que,
guiados por el Espíritu Santo, cumplen la Voluntad de Dios.
“Mi
madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”. Esto
quiere decir que nosotros, los católicos, los bautizados, estamos llamados a
formar parte de la Nueva Familia de Jesús, pero para hacerlo, debemos cumplir
su Voluntad, que se expresa en los Diez Mandamientos, en las Bienaventuranzas,
y en los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, según el
estado de vida de cada uno. Es decir, hemos sido incorporados por el Bautismo
sacramental a la Familia de Jesús, pero para permanecer en esta Familia,
debemos, en la vida diaria, buscar de cumplir siempre la Voluntad de Dios, y la
Voluntad de Dios es que nos salvemos, y nos salvamos si vivimos en gracia.
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