“¡Ay
si todo el mundo habla bien de vosotros!” (Lc
6, 20-26). Con sus “ayes”, del mismo tenor que los “ayes” dirigidos contra los
escribas y fariseos, Jesús advierte a sus discípulos acerca de un grave
peligro: el ser admirados por el mundo, entendido este como el espíritu mundano
que, por su malicia intrínseca, se opone frontalmente al Espíritu de Dios. En
este caso particular, el “ay” de Jesús, acerca de las alabanzas de los hombres
mundanos recibidas por los cristianos, es un criterio para discernir cuán lejos
o cerca estamos de Jesucristo y sus bienaventuranzas: cuanto más cerca del
mundo estemos –y por eso recibimos sus alabanzas-, más lejos del Hombre-Dios
nos encontramos, siendo merecedores de sus “ayes”.
¿Cuál
es la razón del “ay” para un discípulo de Jesucristo, al que todo el mundo
alaba? La razón es que, para ser alabado por el mundo, se necesita ser
apartados de Jesucristo, de sus bienaventuranzas, de sus mandatos y de su cruz.
La razón del “ay” de Jesús es que el mundo alaba y ensalza a quienes se oponen
radicalmente a las enseñanzas de Jesús, es decir, a quienes predican el error,
la falsedad, la herejía y el cisma. Si un cristiano recibe las alabanzas del
mundo anti-cristiano, entonces esto significa que ese tal cristiano ha cometido
el peor de los crímenes, y es la apostasía; significa que dicho cristiano ha
abandonado la Verdad y ha abrazado el error; significa que ese cristiano ha
dejado de lado los Mandamientos de Jesucristo, para abrazar los mandamientos de
Satanás; significa que ese cristiano no está ya más guiado por el Espíritu
Santo y está esclavizado por el espíritu del mal, el Ángel caído, Satanás, el
“Príncipe de este mundo”; significa que ese cristiano ha cometido el peor de
los pecados: la apostasía de la Verdad y el abrazo del error. La contrapartida
del elogio del mundo a los apóstatas es el odio del mundo a los que permanecen
fiel a la Sabiduría encarnada, Jesucristo, y estos son los santos y los
mártires, que renuncian a la propia vida, antes que ceder frente a las herejías
y cismas.
“Ay
si todo el mundo habla bien de vosotros”. El “ay” de Jesús, dirigido a sus
discípulos, es un criterio para que sepamos si nos encontramos en el camino que
lleva al cielo, o en la autopista pavimentada que conduce al infierno. El mundo
habla bien y ensalza a aquellos que pertenecen al mundo, y si esto es
reprobable en cualquier hombre, lo es mucho más para un discípulo de Cristo,
porque las alabanzas mundanas son proporcionales al abandono de la Verdad
divina revelada en el Hombre-Dios Jesucristo. Y quien voluntariamente se aleja
de la Verdad Absoluta de Dios, encarnada y revelada por Jesucristo, se acerca
también voluntariamente al error y al pecado; quien recibe los elogios del
mundo, se coloca bajo las alas y las garras del Príncipe de este mundo y Padre
de la mentira, Satanás y se aparta libremente de la Verdad y Sabiduría de Dios
encarnada, Jesucristo.
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