“La
gente trataba de tocarlo, porque salía de Él una fuerza que los curaba a todos”
(Lc 6, 12-19). El Evangelio relata
algo que, en principio, parecería ser meritorio, por parte de la gente, y es
que buscan a Jesús, lo cual es bueno, pero el motivo por el que lo buscan,
desvirtúa lo bueno de buscar a Jesús. El Evangelio dice que buscaban a Jesús, e
incluso trataban de tocarlo, porque de Él “salía una fuerza que curaba a
todos”. Es decir, es meritorio el hecho de buscar a Jesús, pero es menos
meritorio el buscarlo porque “cura” las enfermedades y la razón es que, al
buscar a Jesús por lo que da y no por lo que Es, entonces en última instancia
se está buscando lo que Jesús puede dar, pero no a Él en Persona. En otras
palabras, no está mal el hecho de buscar a Jesús para que cure una enfermedad,
pero si se lo busca solo por eso, entonces se pierde lo mejor de Jesús, que no
es su omniptencia divina, capaz de curar toda clase de enfermedades, sino su
Amor, el Amor de su Sagrado Corazón, que es el Amor mismo de Dios.
“La
gente trataba de tocarlo, porque salía de Él una fuerza que los curaba a
todos”. Si buscamos a Jesús sólo por lo que da y no por lo que Es, en el fondo,
tenemos la misma actitud egoísta y desinteresada de la multitud, que lo buscaba
porque “salía de Él una fuerza que los curaba a todos”. Es por esto que debemos
preguntarnos: ¿buscamos a Jesús Eucaristía por lo que Él Es, Dios de infinita
majestad y gloria, o lo buscamos sólo porque puede darnos solución al problema
que nos aqueja? ¿Buscamos a Jesús Eucaristía por ser Él quien Es, Dios Tres
veces Santo, ante quien se postran los ángeles del cielo, sin atreverse
siquiera a levantar la mirada, o lo buscamos porque hay un asunto temporal que
nos aflige? ¿Buscamos a Jesús para adorarlo, amarlo, darle gracias, porque
murió en la cruz por nuestra salvación derramando su Sangre por nosotros, o lo
buscamos para que nos quite un problema que nos urge? ¿Buscamos a Jesús en la
Eucaristía para tributarle el honor, el amor y la adoración y la acción de
gracias, por permanecer entre nosotros en el sagrario, para darnos el Amor de
su Corazón, o lo buscamos sólo porque puede quitarnos una aflicción que
tenemos? Como hicieron los santos, busquemos a Jesús por lo que Es, y no por lo
que da, tal como nos enseña Santa Teresa de Ávila: “Hay que buscar al Dios de
los consuelos, y no a los consuelos de Dios”.
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