martes, 7 de enero de 2020

Feria de Navidad 6 070120


Resultado de imagen de la adoracion de los magos

         Cuando se lee en los Evangelios cómo eran los momentos previos al Nacimiento del Niño Dios, se puede comprobar, con cierta tristeza, que la Virgen, encinta y a punto de dar a luz, acompañada por su esposo legal San José, comienza a recorrer las posadas de Belén en busca de reposo, calor y un lugar para el Nacimiento, pero se dan con la amarga sorpresa de que en ninguna de estas posadas había lugar para ellos: “no había sitio para ellos en el mesón” (cfr. Lc 2, 7). Es decir, las posadas de Belén, que están bien iluminadas, bien calefaccionadas, llenas de gente despreocupada, en donde abundan la riqueza y las risotadas, en donde lo que se hace es bailar y festejar mundanamente, no tienen lugar para un Dios que está por nacer de una Madre Virgen. Estas posadas representan a los corazones de los hombres que viven sin Dios, que no lo conocen y no lo aman y tampoco quieren recibirlo en sus vidas; estas posadas ricas de Belén son la representación de los hombres mundanos y terrenos, que se dejan llevar por los placeres concupiscibles, que tienen sus corazones repletos de amores mundanos y en los que no hay cabida para que nazca Dios en ellos. El lugar que debería ocupar Dios, está ocupado por ídolos: dinero, poder, placer, goce de las pasiones. Hay lugar para todas estas alegrías perversas, pero no para que nazca Dios y por eso en estos corazones sólo hay amor egoísta humano y no Amor de Dios.
         Quien sí se presta para que nazca el Niño Dios en él es el pobre Portal de Belén, en realidad un tosco refugio de animales –un buey y un asno- que, como tal, es oscuro, frío, indigno de ser habitado por el hombre: el Portal de Belén es una representación del corazón del hombre pecador, que al igual que el hombre de las posadas de Belén está sin Dios, pero que no duda en darle un lugar en su corazón para nazca en él el Niño Dios. Es el hombre que desea con todo su corazón que el Niño Dios nazca en él, porque quiere recibir a su Dios que viene a él como Niño recién nacido. A pesar de ser miserable y pobre, el hombre que desea a Dios, representado en el Portal de Belén, no duda en abrir las puertas de su corazón de par en par, para que el Niño Dios convierta al Portal de Belén, su pobre corazón, en el Cielo en la tierra, con su gracia.
         Esto debe llevar a preguntarnos cómo es nuestro corazón en relación al Niño Dios, si es un corazón egoísta y soberbia, como las ricas posadas de Belén, o si es, por el contrario, el corazón pobre de un hombre pecador que a pesar de sus miserias y pecados, desea recibir a Dios que viene a él.
         La respuesta es que para que el Niño Dios nazca en nuestros pobres corazones, debemos dejar entrar primero a la Virgen María, que es la que porta consigo al Niño Dios y es de la cual nace Jesús, quien alumbrará nuestras almas con su luz eterna.


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