sábado, 25 de enero de 2020

“Tú eres el Hijo de Dios”




“Tú eres el Hijo de Dios” (cfr. Mt 8, 29). Jesús hace varios exorcismos y en los momentos en los que los demonios salen de los cuerpos de los posesos, hacen una llamativa declaración, en relación a Jesús, además de postrarse delante de Él: “Tú eres el Hijo de Dios”. Esto demuestra, por un lado, la existencia de los demonios y que es falso considerar que un endemoniado es un epiléptico, como hacen muchos que niegan la realidad del Infierno y del demonio: un epiléptico es un epiléptico y un endemoniado es un endemoniado, porque los demonios existen y poseen los cuerpos de las personas; por otro lado, demuestra que los demonios saben quién es Jesús: saben que es el Hombre-Dios, saben que es Dios Hijo encarnado y no simplemente un “hombre de Dios” o un “hombre santo”, sino Dios Hijo encarnado y esto lo saben no porque puedan contemplar a la Persona Segunda de la Trinidad en Jesús de Nazareth –la contemplación la beatífica la perdieron junto con la gloria por su rebelión en los cielos-, sino porque experimentan, a través de la voz humana de Jesús, la omnipotencia divina de Dios, que se expresa y manifiesta a través de la voz humana de Jesús de Nazareth y es por esa razón que a la sola orden de Jesús, los demonios son exorcizados, es decir, abandonan inmediatamente el cuerpo del poseso en el que se encuentran.
“Tú eres el Hijo de Dios”. Los demonios no son ejemplo de nada, pero en este caso, paradójicamente, sí, porque los humanos deberíamos imitarlos en esto: en reconocer en Jesús al Hijo de Dios, omnipotente, y deberíamos también, como lo hacen los demonios del episodio del Evangelio, proclamar que Jesús es Hijo de Dios postrándonos ante su Presencia Eucarística. Así la Iglesia y el mundo tendrían una abundancia de paz y de amor de Dios jamás conocidas.

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